Haber nacido en una aldea no le impidió alcanzar su sueño de convertirse en bailarina y, tras vivir en Francia y en Bélgica durante muchos años, volvió en los años ochenta a la ciudad en donde vivía de niña. La coreógrafa Mercedes Suárez (Coristanco, 1955) lleva desde 1982 enseñando a bailar a varias generaciones de coruñeses desde su escuela Druida. Allí les enseña, para que no queden dudas, danza. “Ballet es lo que tú vas a ver al teatro: el ‘Lago de los cisnes’ es un ballet, ‘El Cascanueces’ es un ballet... pero lo que estudias es danza”, aclara.
¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de A Coruña?
Lo tengo de pequeña, porque yo pasaba aquí todos los veranos. Tenía una tía que vivía en Eirís, que no tiene nada que ver con lo que es ahora, y nos íbamos a la playa de Santa Cristina andando. Recuerdo también que pasaba una churrera por las mañanas. Y la calle Panaderas, donde vivía otra tía y me encantaba ir a una jamonería que había allí.
¿Dónde vivía cuando se asientan aquí?
En Rúa Nueva.
¿A qué colegio iba?
Primero, a la escuela del pueblo. Que no quería ir, les costó Dios y ayuda llevarme. Y luego fui al instituto aquí, en el femenino. Al principio no había plaza y solo fue mi hermana. A mí me metieron en las Esclavas. Y yo lloraba y lloraba, porque no quería ir a un colegio de monjas. Y, finalmente, mis padres insistieron mucho, que si no podían separar a las hermanas, y consiguieron que entrara.
¿De dónde nace ese amor que tiene por la danza?
En el pueblo. Mi familia tenía el cine y me pasaba la vida allí, me encantaba. Iba con todas amigas y pasábamos todas gratis. Lo veía todo, pero no me enteraba mucho porque era muy pequeña. En una de esas películas, que no recordaba cómo se llamaba ni nada, tendría yo cinco años, salía una pareja bailando y yo fui corriendo a decirle a mis padres: “Yo quiero hacer esto”. Me puse muy pesada, me regalaron un tutú y jugaba todo el día con el puesto. Pero aquí no había nada para estudiar: había gimnasia rítmica, baile gallego... pero no era eso. Y con 16 años me fui a Madrid, hice el ingreso en el conservatorio y no sé ni cómo entré, porque no me sabía ni los nombres de los pasos.
Y a partir de ahí, ¿cómo continuó?
Me entregaba al completo. Y, al llegar los 18 años, mis padres me dicen que o entraba en una universidad a estudiar una carrera o que se acababa el dinero. Y me fui a París. Tenía una amiga allí y me fui por mi cuenta. Trabajé cuidando un niño y después conocí a Víctor Ullate y a su mujer, Carmen Roche, que vivían en Bélgica y me llevaron con ellos. Después conocí a Eva Borg (en realidad se llamaba Eva van Dyk, pero tenía un hermano bailarín muy famoso y no quería aprovecharse de esto) que me contrató y me fui a París. La verdad es que con ella tengo una anécdota muy fuerte...
¿Qué pasó?
Ella era alemana, con un padre nazi y una historia que también daría para un capítulo aparte... Yo ya vivía en A Coruña pero la iba a ver. Cuando salieron los vídeos, me pidió que le llevase la película de ‘La Violetera’, en la que trabaja Sara Montiel. Le pregunté por qué la quería y me dijo que salía ella. ¡Y era la película que yo había visto de pequeña! Ella era uno de los bailarines que yo había visto. Cuando lo supimos, se nos puso a las dos la piel de gallina.
Después de esa etapa en Francia, vuelve a A Coruña...
En el año 82. Había vuelto a España pero tenía una depresión y no quería saber nada de la danza. Un amigo me insistía para que diera clase de puntas. Y, como me cuesta mucho decir que no, le dije: “Vale, solo eso”. Y, en 15 días, me dejó una notita: “Me he ido a Argentina, da las clases”. Me puse a ello hasta que, por problemas económicos, cerró la escuela. Los alumnos me animaron a seguir y les dije que, si encontraban un local, yo les daba la clase. Y lo encontraron. Era un garaje.
¿Dónde estaba?
Por la plaza de España. Llegaban unos cochazos, una cantidad de gente... Una de esas madres me ofreció abrir juntas un estudio en el centro y, al cabo de un año, abrí mi propio estudio. No hacía más que pelearme con la Xunta por las subvenciones. No me recibían ni el conselleiro, ni el secretario xeral, ni el conserje. Cada vez que nombrabas la palabra danza les daba urticaria. Un día le escribí una carta a Manuel Fraga y, al cabo de una semana, recibí una llamada suya.
¿La llamó el propio Fraga?
Sí. Fui a cenar con él y le pedí perdón por molestarle con algo que no le interesaba, que era la danza. Me dijo que puede que a él no le interesara pero que a mí sí y que él estaba para mis intereses, no los suyos. Me dejó impactada, me daba igual el partido al que perteneciera. El conselleiro me recibió pero no le gustó que fuera de parte de Presidencia. A la semana siguiente, estaba destituido, no sé si fue casualidad. Y, a partir de ahí, empezaron a dar ayudas a la danza.
“En los años sesenta, esta me parecía una ciudad preciosa. Recuerdo que Juan Flórez apenas no existía y me gustaba mucho Ciudad Jardín, que era como las afueras
Ha dado clase a varias generaciones de coruñeses. Al final, sí que le gustó lo de ser profesora.
Sí, al final me enganchó. A veces voy a dar algunos cursos fuera pero es igual que aquí. En la danza no hay razas, etnias, países... independiente de si eres moreno, rubio o si eres gay. De hecho, creo que era un mundo en el que había tantos bailarines gais porque era el único sitio donde no les iban a decir nada. No como piensan algunos padres, que creen que es el baile lo que les ‘hace’ gais.
¿Por qué sitios de A Coruña le gusta moverse?
A mí me gustan más los barrios que el centro. Tenía un estudio en el centro y cada año era más caro. Ahora he cogido uno en la avenida de los Mallos, tomo café por allí, compro por allí... Me encanta. O me tropiezo yo con todos los amables o son todos amables. Están encantados con la escuela y me dicen que eso va a revitalizar la zona. Me encanta el barrio.
¿Y cuándo va a abrir?
Yo espero que en septiembre.
"No me recibían ni el conselleiro, ni el secretario xeral, ni el conserje. Cada vez que nombrabas la palabra danza les daba urticaria. Un día le escribí una carta a Manuel Fraga y, al cabo de una semana, recibí una llamada suya
¿Por qué ha elegido el teatro Colón para hacer la foto?
Yo venía muchísimo, más que nada al cine. Aquí vi una película de ballet que era ‘Romeo y Julieta’, con Nureyev y luego, fíjate, lo trajimos a bailar a A Coruña un compañero y yo. Y me trae muy buenos recuerdos porque es un teatro y mi vida es un teatro.
¿De qué presume de su ciudad?
Lo primero que cuento es que tiene mar por aquí y por allí, para que la gente no se pierda (risas). Los llevo a ver la Torre, La Marina, que es la zona más bonita de la ciudad, y los jardines.
¿Y qué es lo que le gusta menos?
Yo vivo por la zona de Riazor y siempre veo que falta de verde.
Si tuviera una máquina del tiempo, ¿a qué época le gustaría ir?
A cuando era pequeña, claro. A los años sesenta. Me parecía una ciudad preciosa. Recuerdo que Juan Flórez apenas no existía. Me gustaba mucho Ciudad Jardín, que era como las afueras. Y echo mucho de menos aquellos cines, eso sí lo echo de menos.