Antonio Fontenla | “Tengo mucho orgullo de vivir en la mejor ciudad del mundo”

Pasó por San Andrés o por Pardo Bazán hasta llegar a Ciudad Jardín, donde vive ahora, pero, si le preguntan de donde es, afirma que es “del club de la acera ancha” de Alfredo Vicenti
Antonio Fontenla | “Tengo mucho orgullo de vivir en  la mejor ciudad del mundo”
Antonio Fontenla, junto a la Casa de las Ciencias | Quintana

Antonio Fontenla Ramil (A Coruña, 1943) es el eterno representante de la patronal coruñesa y en algunos momentos también de la gallega. Lleva desde el 2000 al frente de la Confederación de Empresarios de A Coruña (CEC) y afirma que ha intentado dejarlo pero que no encuentra relevo para entregar el testigo: “Quiero mucho a la Confederación pero tengo ganas de que alguien coja el relevo –explica–; estuve en la asamblea de la CEOE con otros compañeros y todos tenemos el mismo problema. Mira que lo intenté hace un año, que fue algo de consenso; hice todo lo posible pero te juro que en la primera ocasión, me largo (risas)”.

 

¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de A Coruña? 
De la época en que vivíamos en San Andrés, que entonces me parecía que tenía mucho tráfico. Es ir a ver el mar, muy pequeño, agarrado a mi padre. Yo entonces tenía unos tirabuzones rubios (sonríe)... De mi madre tengo muchos recuerdos, pero casi todos intentando que fuéramos ordenados.

 

¿A dónde fue al colegio? 
A la Academia Galicia.

 

Por lo que tengo entendido, aquello era un colegio casi militar...   
Depende de cómo fueras. Estaba todo como muy ordenado. Carlos Seoane, el director, era una persona muy seria, pero luego teníamos muchos profesores muy liberales, era más abierto que otros colegios religiosos que había.

 

Algún CTV me contaba que había que formar en el patio y si te salías de la fila, te caía algún cachete... 
Formábamos por orden de estatura. Y luego subíamos las escaleras ordenados. 


¿Qué tal estudiante era? 
Fui un buen estudiante. No es que fuese el mejor pero sí de los mejores.

 

¿Y cómo eligió la carrera que finalmente estudió, Arquitectura Técnica? 
Perdí a mi padre a los dieciséis años. Había pensado hacer Arquitectura pero tenía un ingreso muy difícil y tenía que hacer una carrera más rápida, así que opté por Arquitectura Técnica. Me engañé porque luego era igual de dura (risas), pero era más corta. Teníamos una empresa constructora, que había fundado mi padre, pero las cosas podían cambiar. Mis hermanos llevaron el tema muy bien y, afortunadamente, no tuvimos ningún problema pero, en aquel momento, si no eras un funcionario... Hice una carrera bastante buena y, sobre todo, buenos amigos. Estaba en un colegio mayor y empecé a ver gente de otros países y te abres un poco y ves que el mundo es de otra forma de lo que tú te creías.

 

Estudió en Madrid, con lo que no le quedaba otra que abrirse a ese mundo. 
Aquí éramos castellanoparlantes y en Madrid nos reuníamos los gallegos; teníamos como una especie de club y hablábamos más gallego allí que aquí.

 

Para hacer la foto ha elegido la Casa de las Ciencias. ¿Por qué?
Hasta los años ochenta, habíamos trabajado en la constructora para clientes privados. Y nos pareció que era momento para probar en obras públicas. Nos presentamos, en tiempos de Joaquín López-Menéndez, a dos obras importantes. Una fue el Kiosco Alfonso y otra, el Palacete.

 

¿Qué tenían pensando hacer ahí? 
Iba a ser una biblioteca... El fin no estaba muy definido. En ese momento, se produce un cambio en el Ayuntamiento, entra Paco Vázquez y nos pide que paremos las obras porque tenían otros planes. Mi obligación era esperar y que la cosa se hiciera lo mejor posible. Mientras, habíamos empezado a analizar lo que había: lo de piedra se conservó pero todo lo demás hubo que tirarlo. El arquitecto era Felipe Peña y colaboramos mucho con él porque estaba en la misma incertidumbre que nosotros. Fue una obra muy difícil, con muchos problemas, porque se iba sobre la marcha.

 

Imagino que un planetario o un péndulo de Foucault no era algo que hubieran hecho a menudo... 
Era la primera vez que oíamos hablar del péndulo de Foucault, pero era una ocasión muy buena porque había un hueco en la escalera. Y, al final, nos dijeron que querían hacer en la cúpula. Era un tema dificilísimo porque el diámetro solo podía tener una variación de un centímetro. Y se contrató con una empresa de la Alemania del Este. Pero no daban terminado, no estaban acostumbrados a la economía de mercado (risas). Y nos llama Paco y nos pide unos albañiles con dedos finos que pudieran atornillar por fuera la cúpula. Y yo recuerdo preguntar: “¿Pero qué quieres, un albañil o un pianista?” (risas).

 

¿Y cómo se resolvió? 
Hubo que echarle una mano a los alemanes. Cuando ellos se retiraban, teníamos a nuestra gente apretando los tornillos. Y me encantó que tuvieran el detalle, creo que fue Moncho, de que nos llevaran a los que trabajamos en la obra a la primera proyección del planetario. Mis hijos salieron encantados y por primera vez entendieron el trabajo que hacía su padre. Me siento orgulloso de ese trabajo y de que lo inauguraran el rey Juan Carlos y la reina Sofía.  

 

“De niños íbamos a torear las olas, donde había una especie de muro donde pegaba el mar en Riazor (...) Recuerdo una ola que fue como la zarpa de un león y me tiró

 

Además de este, ¿qué otros rincones tiene en la ciudad? 
De niño, me fui de San Andrés a Alfredo Vicenti. Yo jugaba en lo que es la acera ancha, ese era nuestro sitio. Veíamos bajar a las niñas de la Compañía de María pero al cura de la Academia Galicia le molestaba mucho que jugáramos con las niñas y te tenías que esconder. Allí estaba gente como Nonito Pereira; los de la acera ancha éramos como un club. Nosotros vivíamos en el número ocho, en una casa que había construido mi padre que, como todo buen constructor, tenía épocas buenas y épocas malas. En las buenas, nos quedábamos con lo que construíamos y, cuando venían malas, había que vender. Cuando terminé la carrera me casé y me fui a vivir a Pardo Bazán y luego, a Ciudad Jardín y allí vivo feliz y contento.

 

¿Y si le pregunto de dónde es? 
Todo mi desarrollo se hizo en la acera ancha. Y yo cada vez que bajo en coche por allí siento algo. 


Cuando no está aquí, ¿qué echa de menos?
El mar. Recuerdo que íbamos a torear las olas, donde había una especie de muro donde pegaba el mar en Riazor. Mi madre me avisaba y yo, según salía del colegio, dejaba los libros y me iba para allí. Recuerdo una vez una ola que fue como la zarpa de un león, que me tiró y me metió en la tierra... Puedes imaginar la que me esperaba cuando llegué a casa.

 

“Paco nos llamó y nos pidió unos albañiles con dedos finos para atornillar la cúpula del planetario por fuera y yo le pregunté: ‘Pero qué quieres, ¿un albañil o un pianista?’

 

¿Qué le hace sentirse orgulloso de su ciudad? 
Tengo mucho orgullo de ser coruñés y de vivir en esta ciudad, yo creo que es la mejor del mundo. Y mira que conozco ciudades.

 

¿Y algún defecto que le vea? 
Considero que es casi perfecta, qué quieres que te diga...

 

Si pudiera hacer un viaje en el tiempo, ¿a qué época de A Coruña le gustaría ir? 
A los años setenta y ochenta, cuando se transformó completamente España y se dejaron otras etapas atrás. Con 15 o 16 años hice mi primer viaje a Francia y me veía fuera de lugar. Luego la cosa ya cambió y hasta los veía como unos mindundis (risas). 

 

Preguntas cascarilleiras

¿Churros de Bonilla o churros del Timón?
Bonilla, me gustan más y, además, yo era muy amigo de César Bonilla.

 

¿Jardines de Méndez Núñez o monte de San Pedro?
Jardines de Méndez Núñez, al monte de San Pedro me cuesta más ir. De niño, me gustaba mucho ir al estanque de los peces, llevaba a mis hijos de pequeños... Aunque creo que está quedando un poco obsoleto y hay que ponerle alguna cosa más.

 

¿Calle de la Estrella o calle de la Barrera?
No me gusta el vino y los dos los visito con bastante poca frecuencia pero creo que me quedo antes con la Estrella porque la tengo más próxima.

 

¿Bebe agua de Emalcsa o embotellada?
De Emalcsa. En un periodo fui consejero y sé la calidad que tiene el agua y que muchas empresas están ubicadas aquí por esta razón. Agua estupenda y una empresa pública que funciona estupendamente.

 

¿Playa de Riazor o playa del Orzán?
Cuando yo era muy joven, el Orzán estaba muy salvaje, así que playa de Riazor.  

 

¿Suele recorrer la ciudad a pie o motorizado?
Depende. Si puedo, todo lo que es un recorrido desde Ciudad Jardín hasta los Cantones, voy andando. Si tengo que ir a la Confederación, sí utilizo el coche. Yo camino mucho cada día y me mido los pasos.

 

¿Y cuántos suele hacer?
Entre seis y diez mil. Y, si no los hago, fuerzo a hacerlos. Me pongo a andar por casa (risas). Afortunadamente, tengo un jardín que me permite dar vueltas.

 

¿Es más de helados tradicionales de los de toda la vida, como la Colón, o de sabores más modernos?
A mí me gusta el de chocolate con limón de toda la vida pero en algún jurado del que formé parte voté para darle un premio a los de Bico de Xeado porque me parece una idea estupenda y está triunfando por todo sitio que va.

 

¿Prefiere una verbena o un concierto?
Un concierto. Cuando puedo, me voy incluso fuera de España: a la Scala de Milán, a Londres, a Praga, a Alemania... Recuerdo un concierto de Zubin Mehta que compré entradas y al final tuvo un percance y no pudo ser. Aparte de que soy de la Sinfónica y ojalá la podamos mantener muchos años. También fui socio del Teatro Real y de más patronatos.

 

¿Carnaval o San Juan?
Los dos son muy nuestros... es difícil. Creo que el Carnaval me hace más gracia. Ver a la gente disfrazada por la calle de la Torre. Yo voy siempre que puedo... pero sin disfrazar.

 

¿Dice más chorbo o neno?
Cuando yo era joven, chorbo no estaba en mi diccionario. Y lo de neno es un tema como más afectivo. Lo uso incluso a veces con mis hijos. Al pequeño es al que más llamo neno. Me parecía muy bien el tema de Arsenio, que llamaba así a los jugadores, me parecía algo muy cariñoso.

Antonio Fontenla | “Tengo mucho orgullo de vivir en la mejor ciudad del mundo”

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