Como el lugar elegido para la foto es en plena calle Real, hacemos la entrevista en un escenario tan coruñés como Bonilla, acompañados de un café y un par de churros por cabeza. Para José Luis Castro de Paz (A Coruña, 1964), hay varios pilares en su vida: las películas, como historiador del cine que es; Wenceslao Fernández Flórez, puesto que preside la fundación que lleva el nombre del escritor y, por último, el Deportivo, que vive desde la cuna: “Nací en el sanatorio del Socorro, que estaba detrás de Preferencia y viví toda la vida en la calle hoy llamada Socorro, que antes era Juan Canalejo”, explica.
¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de A Coruña?
La zona de San Andrés y calle Real; mi familia tenía un negocio textil y nos movíamos en ese entorno. Me da una melancolía enorme ir por la calle Real.
¿Por qué?
Porque recuerdo las tiendas y los Reyes de aquella época, así que intento evitarlo. Soy un melancólico por excelencia.
¿Por qué eligió ese punto de la calle Real para hacer la foto?
Mis abuelos emigraron a Uruguay y vinieron con un dinerillo que invirtieron en la primera tienda de La Maja, que estaba donde hoy está el Macondo, en San Andrés, y luego se fueron expandiendo con algunas tiendas, como Pascual: una en la calle Real, otra en Santa Catalina, un gran almacén donde estaba la plaza de toros y una pequeña en la avenida de Finisterre. Era un tipo de negocio que ya desapareció, con un mostrador y muchas chicas, como Rosalía Mera.
Sí, es lo que recuerda la gente cuando se habla de La Maja, a Amancio Ortega y Rosalía Mera.
Amancio empezó como aprendiz. Había trabajado en Gala y luego estuvo muchísimos años trabajando para mi padre. Tiempo después, mi abuela cosía batas y recuerdo a Amancio venir a buscarlas, cuando estaba ya fabricando para él. Tengo un recuerdo muy nebuloso de él pero siempre se portó muy bien. Cuando la tienda quebró y mi padre se puso fatal del corazón, él lo llamó y lo contrató, así que no tengo más que buenas palabras.
¿A dónde fue al cole?
Yo fui toda la vida a Peñarredonda, por eso salí ateo (risas). Pero no le tengo ningún rencor al colegio; estuve desde parvulitos hasta COU y lo pasé muy bien y tengo buenos amigos.
¿Y qué tal estudiante era?
Fui bastante mediocre, por no decir mal estudiante, hasta primero de BUP. Ahí ya saqué matrícula de honor, con todos sobresalientes. En COU me pusieron como ejemplo de alumno perfecto porque, de no ser nada bueno, había acabado así.
¿Y cómo eligió su carrera?
Yo soy licenciado en Historia del Arte. Dábamos Historia del Cine y, a pesar de que era una asignatura sola, me planteé hacer la tesis sobre esto. En parte porque me gustaba el cine y en parte porque, en el año 82, vi ‘Vértigo’ de Hitchcock. Hablé con un grandísimo profesor, que ya murió, Agustín Moralejo, y le dije que quería hacer cine. Hice un trabajo sobre los mitos clásicos y esta película y luego ya una tesina de 600 páginas sobre los telefilmes de Hitchcock.
¿Este amor por el cine y por Hitchcock, de dónde surge?
Cuando, con 18 años, vi ‘Vertigo’. Ahí dije: “Yo quiero entender qué es esta película y por qué me ha tocado tan profundamente”. Ahí decidí que no quería ni arte ni historia antigua. Y me dediqué a recorrer todos los cursos especializados pero no de realización, yo lo que intento es ver y entender.
¿Tenía intención de ser crítico?
No, historiador. Que es lo que soy. De hecho, no me gusta nada hacer crítica; la hice algunas veces por compromiso. Un crítico ve cien películas y yo veo una cien veces. Dediqué una década de mi vida al estudio del cine español del año 39 al 50, porque siempre se empieza a hablar del cine español a partir de Berlanga. Y yo dije: “Voy a mirar qué hay aquí”. Y me las vi todas.
¿Cuántas eran?
Se rodaron 422 y debieron de quedar un 45 o un 50%. Fue un trabajo muy extenso. Tampoco todo lo de la República se había perdido y muchas cosas venían de ahí. Yo le hice caso a Berlanga cuando decía: “Qué equivocados están los que piensan que el cine folclórico de los años 40 es franquista”, cuando lo que es es republicano. Franco odiaba el cine folclórico, le sonaba a una república de horteras y de leandras. Yo fui estudiando todo eso con mucho cuidado, plano a plano.
¿Y tiene alguna preferida?
Hay una que está entre las mejores del cine español, ‘Vida en sombras’. Es la historia de un chico que nace en una sala de cine de los hermanos Lumiere. Y luego las películas de Edgar Neville, que además adapta a Fernández Flórez, que es otra de mis teimas.
Por eso le iba a preguntar. ¿En qué momento llega a la Fundación Wenceslao Fernández Flórez?
Cuando empiezo a estudiar el cine español de los años 40 y 50, veo que no solo hay una gran cantidad de adaptaciones, explicadas por la proximidad del autor con Franco, y me doy cuenta también de que ya en la República era uno de los referentes centrales e inspiradores de ese españolito pobre, empleado, funcionario, cuello duro... Es como, si de algún modo, esa pérdida de la guerra acabara tomando cuerpo en ese hombre que no da llegado a fin de mes. Y el hecho de que tanto Berlanga como Fernán Gómez colocan a Wenceslao como pieza fundamental para entender lo que ellos hacen. Me di cuenta de que este tipo tenía un interés enorme y, en un momento dado, por las circunstancias de la fundación, acepté la presidencia.
Ha mencionado que nació justo detrás de Presidencia. Eso indica un marcado carácter deportivista.
Sí. Además, se da la circunstancia de que el padre de mi abuelo materno, Félix de Paz, jugó en la primera alineación del Deportivo en 1906, como tu periódico y Rubén Ventureira han contado. Y fue el primer entrenador.
Así que lo lleva en la sangre.
Sí, recuerdo de niño que mi abuelo me llevaba a Riazor. Me sabía las alineaciones del Deportivo en Tercera. En el colegio me preguntaban de qué equipo era y yo decía: “Del Deportivo”. Y me contestaban: “Pero, ¿de los de verdad?”. Y yo insistía en que, de verdad y de mentira, yo era del Dépor.
¿De qué presume de su ciudad?
Es muy bonita, con un clima extraordinario, gran gastronomía...
¿Y algo que no le guste?
No estoy tan de acuerdo con lo de que nadie es forastero. Cuando llegué a Ourense, donde di clase muchos años, me di cuenta de que, si alguna ciudad merece ese título, es Ourense. No tengo mi ciudad mitificada, la quiero muchísimo y me encanta, pero conozco sus defectos.
Si tuviera una máquina del tiempo, ¿a qué época de A Coruña iría?
Me encantaría ir al momento y a los sitios en los que rodó José Sellier, que es un personaje sobre el que trabajé mucho y del que me enorgullezco que, gracias a trabajos míos, tiene dos calles en dos ciudades de Galicia.
Y guardaría una copia.
(Risas) Eso por supuesto. Del cine primitivo español no se conserva ni el 0,5%. Salvo las familias que continuaron el negocio y se dieron cuenta del valor que aquello tenía, todo se tiraba. Me encantaría conocer a Sellier y charlar con él en su estudio de San Andrés 9. Encontramos hace poco un artículo en ‘La Vanguardia’, en el que Wenceslao cuenta cómo de niño acudió al estudio de Sellier a ver sus primeras películas. La cuadratura del círculo.
PREGUNTAS CASCARILLEIRAS |
¿Es más de churros de Bonilla o churros del Timón?
¿Jardines de Méndez Núñez o monte de San Pedro?
Para bajar a tomar algo, ¿calle de la Estrella o calle de la Barrera?
Normalmente, ¿bebe agua de Emalcsa o embotellada?
¿Playa de Riazor o playa del Orzán?
¿Suele recorrer la ciudad a pie o motorizado?
¿Es más de helados tradicionales vida, como la Ibi o la Colón, o de sabores más modernos?
¿Prefiere una verbena o un concierto?
¿Es más de Carnaval o de San Juan?
¿Dice más chorbo o neno? |