Luisa Varela | “El parque de Santa Margarita es un pulmón de la ciudad y un emblema para mí”

La mayor parte de su vida transcurrió, principalmente, en Pla y Cancela y Cuatro Caminos pero, como representante de los vecinos, asegura que defiende a todos los barrios de la ciudad
Luisa Varela | “El parque de Santa Margarita es un pulmón de la ciudad y un emblema para mí”
Luisa Varela, en el Palacete de Santa Margarita / Carlota Blanco

En un banco de madera de Santa Margarita, a la sombra de los pinos, como en una sevillana de María del Monte, transcurre la entrevista con Luisa Varela Insua (A Coruña, 1959), presidenta de la Federación de Asociaciones Vecinales. Para ella, que lo recuerda más como monte que como parque, este es un rincón especial por muchas razones: “Yo nací en Pla y Cancela y venía mucho aquí, a las escaleras del palacete, con una perrita que tenía  y que me había traído de Lugo –recuerda–. Es un pulmón bueno para la ciudad, que antes no apreciábamos, hacía mucho tiempo que no venía y me dio gusto sentarme aquí y respirar aire puro”.

 

¿Qué significa para usted el parque de Santa Margarita? 
Me trae muchos recuerdos. Por ejemplo, en agosto de 1991, mi padre –él hacía muchos años que no venía a la romería de Santa Margarita–, nos cogió a todos y dijo que quería venir. Fuimos a la sesión del Planetario, toda la familia, viendo las estrellas, a la romería y poco después, en septiembre, él se murió. Para mí, eso queda dentro. Este sitio es un emblema para mí.

 

¿Cómo estaba entonces, cuando era niña, el Palacete? 
Cuando yo tenía once o doce años, era una estructura. Después, vinieron otros años más complicados y al final agradezco que se convirtiera en la Casa de las Ciencias porque se sacó un foco conflictivo de ahí.  

 

Su barrio de la niñez es, entonces, la zona de Pla y Cancela.  
De toda la vida. Hasta que me casé y luego me fui a vivir a Cuatro Caminos. 


¿Esas son las zonas por las que más se ha movido? 
Sí, pero a mi hijo, que ya tiene 46 años, lo traíamos aquí, al parque de Santa Margarita. Y una vez se nos perdió...

 

¿Y tardaron mucho tiempo en encontrarle? 
Nos ayudó la Policía... Es que el niño se fue a dar una vuelta (risas). Él sabía dónde estábamos pero nosotros no sabíamos dónde estaba él. Ahora me río pero...

 

¿A dónde fue al colegio de niña? 
A las Josefinas, las Pepas, que estaban en Juan Flórez.

 

Que tenían el uniforme más feo de todos los colegios de la ciudad... 
Totalmente, teníamos un saco de patatas de abrigo. Era de color, con perdón de la palabra, caca. Y pesaba un montón. Es más, fue la primera vez que se juntaron los padres de un colegio –de aquella no había apa ni ampa ni nada– para protestar a las monjas por el color horroroso que tenía el abrigo. Se pusieron de acuerdo y nos compraron a todas, de dos clases, una trenka distinta para llevarnos al colegio.

 

Y, en las clases, ¿cómo le iba?
Era una estudiante normal. Espabilé al final.

 

Después del colegio, ¿hacia dónde se encamina? 
Yo tenía una obsesión, que era estudiar enfermería, que con el bachillerato elemental podías entrar pero mi padre quería que estudiara el superior. Lo hice y luego la enfermería ya no me gustaba, así que estudié secretariado, como hacíamos todas de aquella. Me presenté a unas oposiciones al Ayuntamiento, que conste, eh. Mi padre me fue a alquilar la máquina de escribir. Daba casi trescientas pulsaciones por minuto.  

 

Lo que no estaba nada mal...  
Era muchísimo. ¿Qué pasa? Que entonces no había pero en el examen tenía que haber llevado unos tapones porque, con el ruido de fondo, me lié, me desconcentré y no di pie con bola. Luego me casé, me quedé embarazada. Mi marido tenía un puesto de trabajo bueno y crié a mi hijo. Y luego te pasa eso de que, cuando tu hijo ya no te necesita, te coges la depresión del siglo. Una amiga me recomendó que fuera a la asociación de mi barrio. Empecé en las actividades y allí me quedé. Para mí, fue mi salvación.

 

¿Qué asociación era? 
La de Cuatro Caminos. Empecé a ir a manualidades. Hice amigos y me involucré mucho. Me integré en la directiva, luego hicimos otra y, como tenía conocimientos del mundo administrativo, Folgueira, el antiguo presidente de la Federación, vino a hablar con nosotros y me pidió que entrara en la directiva. Y así fue como me fui metiendo. Es un trabajo que me gusta mucho.

 

¿Cuánto tiempo hace de eso? 
Soy presidenta de la Federación desde el año 2008, imagínate...

 

¿Qué le ha aportado llevar las riendas de la Federación? 
Conozco más los problemas de la ciudad. Te fijas más en los defectos, si hay una baldosa suelta... Hace poco me hice un esguince en Juan Flórez y vuelves a mirar la ciudad con otros ojos. Estoy pendiente de que se invierta en el parque de Santa Margarita. Me parecen muy bien el de Oza y el de Eirís, pero este es histórico. Sé que para la alcaldesa es importante porque también vivió cerca, aunque somos de generaciones diferentes. Estoy muy pendiente del tema de vivienda, estoy contenta de que hayan declarado la ciudad zona tensionada, y estoy muy involucrada en el tema de igualdad. A mí me costó mucho porque el movimiento vecinal era un mundo de hombres. Me costó sudor y lágrimas. Ahora estoy rodeada de hombres pero de hombres que me ayudan.

 

¿Y cómo es la relación de la Federación con quienes han pasado por la Alcaldía? 
Las he tenido muy buenas, buenas, regulares y malas. Hay enfados por el camino pero hay que saberlos llevar. En 2019 me puse enferma, estuve muy malita, entonces era el Gobierno de la Marea y se preocuparon de mí y eso es de agradecer. Gracias a Dios considero que tengo mucha gente que me aprecia, aunque habrá mucha otra que me odie, sobre todo en las redes sociales.

 

¿Y la relación con los barrios? Será difícil contentar a todos... 
Muy complicado. Llevo dos días valorando qué sitio elegía... Para mí, elijo los dos sitios en donde viví gran parte de mi vida. Ahora, defender los defiendo a todos. 


¿De qué presume de su ciudad? 
Lo primero, el monte de Santa Margarita. Después, el Paseo Marítimo, la Torre de Hércules, la playa de San Amaro... me gustan mucho los jardines de Méndez Núñez y, como nuevos, el parque de Oza y el de Eirís. Es importante que tengamos zonas verdes nuevas en la ciudad.

 

¿Qué es lo que no le gusta tanto? 
Las aceras que están sueltas, porque se suben los coches. Hay muchas que están bien pero siempre nos vamos a fijar en las que están mal. Y otra cosa que no me gusta nada, los patinetes eléctricos por zonas peatonales. No se saben las normas, ves a bicicletas en sentido contrario... Me gustaría que se pudiese vigilar más.

 

Si tuviera una máquina del tiempo, ¿a qué época de la ciudad iría? 
Me gustaría volver a la época en que me casé, en 1978, y vivirlo otra vez. Lo haría de otra manera, siendo más espabilada. Lo que no me gustaría es revivir las manifestaciones de la época de Franco, que lo pasé fatal, y más en un colegio de monjas. Ni el golpe de Estado, que tenía las maletas preparadas. Pero aquella era una época bonita para mí. 

Luisa Varela | “El parque de Santa Margarita es un pulmón de la ciudad y un emblema para mí”

Te puede interesar