Más de seis mil kilómetros de Cuba a Galicia. Un salto de vida, un cambio de escenario y una apuesta valiente por la música y la familia que nace en Santiago y que sigue creciendo en Betanzos. Carlos Miyares, saxofonista cubano de consideración internacional y con un Grammy en su historial de la mano de Chucho Valdés, ha escogido la capital mariñana para continuar cultivando su enorme capacidad musical:
“Teníamos amigos aquí en Betanzos”, relata Miyares. Una elección que no ha sido casual y de la que, atendiendo a sus comentarios, no se arrepiente porque aquí encontró el entorno idóneo para ver crecer a su niño y ampliar una carrera que inició en 1997.
“La mejor amiga de mi mujer vive aquí desde hace año, y aunque cuando supimos que podíamos venir pensamos en Madrid o Barcelona, vimos que establecerse allí era complicado, con muchos requisitos para alquilar: nómina, contrato, todo lo que no teníamos al llegar”, relata Miyares. Entonces surgió esa red invisible pero vital que salva a los migrantes, la misma que asistió a los que cruzaron en su día el Atlántico camino de América: los amigos. “Ella nos dijo: ‘Mire, caballero, vengan para acá. Yo dejo un aval y ustedes pueden rentar un piso’. Y así fue. Sin ese apoyo, habría sido imposible”, añade el artista que, pese a haber recorrido los escenarios de media España, no conocía Galicia. “Estuve en Barcelona, en Madrid, Murcia, Andalucía, incluso Canarias, donde vivió mi hermana por años, pero nunca Galicia”.
El 11 de julio de 2023 salieron de Cuba. Unos días después, encontraron un comienzo en Betanzos. “Un amigo mío en Estados Unidos, Carlos Averhoff, me conectó desde Cuba con el director de la Escuela de Música de A Coruña, y cuando llegué ya tenía un sitio donde trabajar como profesor de saxofón, haciendo lo que he hecho toda mi vida”, relata emocionado Miyares.
En cualquier caso, ninguna integración es automática y menos cuando no te conocen: “Aquí la gente tiene que verte, ver cómo te comportas y cómo trabajas, porque en Cuba me conocen pero aquí no y para demostrar quién eres tienes que tocar”, comenta el cubano, que insiste en la importancia de seguir creando vínculos desde Galicia. Así, hace unos meses, “toqué en el teatro Colón con mi quinteto, un concierto lindísimo”, cuenta con orgullo Miyares.
El viernes, día 15 de agosto, se subirá de nuevo al escenario como invitado especial en un tributo a John Coltrane en el Festival de Jazz de Noia, que organiza Kin García. La invitación, como tantas veces en el mundo de la música, llegó por conexiones trenzadas con respeto y talento; por todo lo aprendido con Chucho Valdés.
Porque hablar con Carlos Miyares es hablar de jazz y de saxofones pero también de maestros, y en este apartado reserva un sitio especial para Valdés.
Los años que compartió con el hijo de Bebo, resultaron ser, como él mismo dice, “una universidad que no está en ningún plan de estudios” donde “cada día era aprendizaje del que no te das cuenta mientras estás ahí sino después”, como le sucedió a él en 2010. “Cuando salí a liderar mi propio proyecto comprendí todo lo que había absorbido: cómo leer al público, cómo estructurar un concierto, cómo hacer que funcione la primera canción, y eso solo se aprende tocando con una figura como él”, destaca Miyares.
Con Valdés recorrió el mundo durante cinco años, e incluso intervino en la grabación de Chucho’s Steps, Grammy al Mejor Álbum de Jazz Latino en 2008. “Tocar con Chucho me abrió muchas puertas, y aquí también. Cuando leen tu currículum y ven que tocaste con él, que ganaste un Grammy, eso impacta”, reconoce el artista, que hace hincapié en otras iniciativas en las que participó desde que se estableció en España, como el Cubanía Irakere Masters, en Valladolid, en 2024.
Al estadounidense Archie Sheep, otra leyenda del jazz, le debe, aunque de manera indirecta, tocar con un saxofón que es una joya fabricada en Francia. “Él llamó a la marca y les dijo: ‘Ayuden a este muchacho cubano’. Me citaron, me tenían ocho saxofones preparados. Así entré con ellos. Gracias a Chucho también, pues esa credibilidad viene de ahí”.
Ahora, mientras se consolida en Galicia, sigue soñando: “Tengo en mente retomar un trío con bajo, percusión y saxofón. Es una sonoridad muy interesante que aquí no se escucha mucho porque se sigue más el formato norteamericano clásico”, añade. “Estoy más que listo para lo que venga”, dice con una sonrisa que se nota en su voz, al igual que esa energía serena de alguien que atravesado turbulencias y ha conseguido aterrizar sin perder la esencia de Cuba.