Comer, beber y bailar. En su alegato para pasar de depender de la concejalía de Urbanismo a la de Cultura y Turismo, la Asociación para la Defensa de la Hostelería de A Coruña aseguraba, en referencia a lo visto en Semana Santa: “Diluvia, hace un tiempo horrible y apenas tenemos procesiones, pero los hoteles estuvieron casi llenos, y eso es porque la gente viene a comer, beber y salir. El principal motor turístico de la ciudad es la hostelería y debe fomentarse eso”. En esa afirmación lo que se quedó algo más lejos de la realidad es el ‘llenos’, pues el guarismo final se quedó en el 68 por ciento de ocupación, pero seguramente si no fuera por esos atractivos innegables la cifra hubiese sido mucho más catastrófica.
Según Héctor Cañete, presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería de A Coruña, los números hablan de una Semana Santa que pudo haber sido mucho peor. “La media de ocupación de Galicia estuvo en el 77 por ciento, mientras que en A Coruña estuvimos alrededor el 70 por ciento. Estuvimos cerca de la media gallega, pero hubo puntos como Santiago, Ferrol o Sanxenxo que son puntos turísticos fuertes, que tampoco estuvieron mucho mejor que nosotros. Tampoco ayudó que el Dépor fuese el domingo ni una climatología durísima. A pesar de todo eso los niveles fueron bastante buenos”, sentencia el dirigente.
Se llevaron la palma las discotecas, sobre todo en las noches del miércoles y el Jueves Santo. Fue entonces cuando Pelícano y The Clab, las dos grandes pistas de baile de la ciudad, echaron el resto. En la zona del puerto, entre Gabry Ponte el miércoles y Peccato Sessions al día siguiente (con la fórmula todo incluido, fueron más de 4.000 personas vibrando. “En Peccato esperábamos 500 entradas anticipadas menos de lo que finalmente hubo y conseguimos meter a más de 2.000 personas. La sensación en la calle podía ser de poca gente, pero es que el mal tiempo favorece que la gente busque rápido refugio en el puerto mucho antes”, afirma Pedro Paolantonio, productor del espectáculo juvenil.
Por su parte, la gerencia de The Clab alaba el comportamiento de los clientes de todas las edades, y el especialmente modélico del segmento más joven que disfrutó del todo incluido las jornadas de miércoles y jueves. “La gente más joven fue la que tiró del carro. Todas las medidas encaminadas a mejorar el día a día de la hostelería deben tener en cuenta esta tendencia, tenemos que hablar de un balance positivo por falta de incidentes y el bajón importante de viernes y sábado”, apuntan.
La propiedad de Piccadilly, Quai y La Calle, tres referentes en La Marina, cree que la lectura debe estar en función de las condiciones adversas con las que llegó la Semana Santa. “La valoración en general es buena. Quizás esperábamos más, porque salvo algunos días, se notó mucho que la gente se fue fuera. El tiempo no ayudó pero si tomamos como referencia otros años cumplimos de sobra las expectativas”, dice Antonio Ruiz.
Por su parte, la llegada de O Patachim a la zona de Orillamar convirtió al templo indie por excelencia en el gran punto de encuentro, para sufrimiento de los locales de alrededor. “O Patachim funcionó muy bien, aunque la gente de la zona dijese que fue la peor Semana Santa en muchos años”, indica Iván, propietario del ‘Pata’.
Finalmente, Charli Pastoriza, de Amoa, Brétema y Tí Ovidio, sentencia: "La recaudación fue muy buena, debido a que fueron muchos días seguidos, pero sobre todo el horario ampliado permitió que menos gente pudiera consumir durante más tiempo".