Entre las múltiples lecciones que dejó A Coruña como ciudad durante el apagón de 13 horas vivido el pasado lunes muchas de ellas tuvieron lugar en la hostelería. Mientras el sol brilló y calentó las terrazas fueron el refugio preferido, pero detrás de esa pantalla de felicidad y despreocupación por lo que venía a la noche estaban los trabajadores: libretas para sumar, efectivo y cambio para cobrar y, sobre todo, mucha paciencia primero y sudor después.
Uno de los pocos lugares de la zona centro que mantuvo su actividad casi al cien por cien y que pudo servir comida caliente fue el Puerta del Sol, en la calle del Sol. Habitualmente concurrido y con cocina casera del día, la voz se corrió de tal forma que las principales raciones se agotaron. Los cuatro trabajadores estaban al límite de su capacidad cuando una clienta se acercó y dijo: “¿Necesitáis ayuda para fregar? No me importa nada hacerlo”. Sorprendida, la camarera agradeció y rechazó el ofrecimiento, que repitió en varias ocasiones.