Ellos son los custodios de Betanzos. Los que cada día abren y mantienen la actividad de sus iglesias; los que velan por su memoria atendiendo tanto a los que entran a rezar como a los que lo hacen para admirar su monumentalidad y conocer sus misterios, incontables en Santa María do Azogue y en Santiago.
En este momento son alrededor de una decena pero la invitación está ahí: “Cuantos más seamos, menor será el esfuerzo”, comentan desde el atrio de O Azougue. Mientras, los turistas se siguen acercando a cuentagotas, cámara en mano y mochila al hombro en el caso de los que hacen el Camino a Compostela.
Así comienza una conversación que, como las campanas de Santa María y Santiago, resuena con historias, anécdotas y un compromiso sólido con el municipio, su cultura y costumbres, y también con la Unidad Pastoral de Betanzos.
Julián y Néstor abrían con cierta asiduidad “pero no todos los días” y aunque hacía tiempo que le daban vueltas a la idea de crear un sistema de voluntariado que Mercedes incluso expresó a través de un artículo en 2005, el hallazgo del mural y el enterramiento medievales de Santa María lo aceleró todo y acabó siendo el impulso definitivo para trasladarle la iniciativa al cura, Santiago Pérez.
Así, comenzaron siendo cinco, turnándose un día cada uno, hasta cubrir de lunes a sábado al mediodía, “porque el domingo cada uno quiere estar con su famila”, aclara el sacerdote, convencido de que quien le suceda en la Unidad Pastoral de Betanzos “estará encantado de contar con estos voluntarios” que, aunque en invierno son menos en número, mantienen viva la misión durante todo el año: abrir las iglesias y recibir a quienes las visitan, “independientemente de cuál sea su propósito”, explica Julián.
Porque la intención no se reduce a abrir las puertas de Santa María y Santiago. Los voluntarios acogen a turistas, peregrinos y vecinos adaptando el discurso a cada perfil, a los intereses de los visitantes que, en el caso de O Azougue, suelen mostrar curiosidad por el calendario agrícola medieval o el retablo “y las tallas robadas por Erik el Belga en 1981”. Sí, muchos todavía lo recuerdan y son conscientes de que una de ellas nunca se recuperó: La Anunciación.
En Santiago -además del retablo de San Pedro y San Pablo, en la capilla del arcediano- es la reproducción de la Gruta de Lourdes, una obra del arquitecto Rafael González Villar que despierta pasiones encontradas entre los vecinos, la que maravilla a los visitantes: “Este es un caso curiosísimo”, interviene Julián.
En cuanto al modelo de visita, cada voluntario tiene su estilo, ya que “Julián explica de una forma, Pachico de otra, Mercedes aporta su visión...”, señala Néstor. “Cuando vienen escolares, el enfoque se vuelve más histórico y didáctico”, aclara Pachico.
En este sentido, durante el curso escolar reciben muchos institutos, incluso de la ciudad y su comarca; excursiones de municipios más alejados y grupos procedentes de otras diócesis como Burgos, o uno de Pastoral Penitenciaria que vino con el obispo de Mondoñedo.
“Los lunes, coincidiendo con la llegada de cruceros al puerto de A Coruña, las visitas suelen ser fugaces y en idiomas extranjeros, pero no por eso menos curiosas”, exponen los voluntarios, que insisten en que las consultas depende mucho del nivel de conocimiento del turista, que también varía en muchos casos en muy amplio y “se interesan por detalles específicos, incluso por los zapatos rojizos de San Pedro”.
En el extremo contrario, a veces se echan las manos a la cabeza con lo que escuchan que les están indicando, como una vez que situaron a San Roque en O Azougue: “¡En el altar de San Pedro!”
En cualquier caso, aunque el culto no se celebre de manera regular, los voluntarios velan porque las iglesias sigan siendo un espacio de recogimiento y silencio: “Podría transformarse en un museo, pero no es la idea”, sostienen, sin olvidar la importancia del turismo, de la que también son conscientes estos vecinos de Betanzos. “Es un motor económico”, reitera Mercedes.
Cada uno tiene sus motivos para hacerse voluntario: “Cuando voy de viaje me gusta ver las iglesias abiertas y que me las expliquen, y ahora que tengo tiempo, quería echar una mano”, resume Mari Carmen, que ha sido una de las últimas incorporaciones e iniciará su cometido el día 1.
Además, aunque todos colaboran en ambas iglesias, es inevitable que el corazón se incline por la que ha sido su parroquia antes de constituir la Unidad Pastoral de Betanzos. Santa María suele acaparar miradas, pero Santiago, que es la matriz de la ciudad, “sorprende a quien la descubre con calma”, explica Julián.
En verano, las puertas se abren a las diez de la mañana y, según el día, se cierran pasadas las nueve de la noche, mientras que en invierno, el ritmo y la afluencia se reducen, aunque no cesan las excursiones a Betanzos. El registro de visitas es aproximado, pero algunos días se han contado más de 600. Desde la restauración incluso los técnicos piden contabilizar entradas para evaluar el impacto de la inversión en Santa María.
Ni en O Azougue ni en Santiago cobran entrada pero muchos visitantes colaboran con donativos, encendiendo velas o iluminando el retablo: “Sobre todo cuando les explicas algo, sienten que quieren aportar”, aclara Julián.
Para Mercedes, José Manuel, Finuca, Néstor, Irene, Pachico, Julián o Cheché, abrir las iglesias no es un acto mecánico, sino un compromiso con la comunidad y la cultura; es la certeza de que cada turista, peregrino o vecino que cruza el umbral se lleva un trozo de historia viva de As Mariñas.