Zahara vuelve a ser una de las protagonistas del agosto musical. Tras haber pasado por Riazor y el Castillo de San Antón, este domingo se subirá al escenario de María Pita (22.00 horas).
¿Qué puede esperar el público que acuda a María Pita?
En María Pita estaremos Martí, Manuel, Mole y yo tocando. Todo lo que se escucha nace ahí mismo: sintes, cajas de ritmos, batería, voces… No hay ordenadores, solo las máquinas y nuestras manos y el riesgo de que todo suceda en directo. El concierto también se vive con los ojos: la pantalla, las luces, la cinta de andar, el policlín, la presencia de Olga que no solo baila sino que me acompaña en el escenario… Me gusta moverme, bailar, implicar el cuerpo y que quien venga no solo escuche canciones, sino que transite un recorrido que va de lo íntimo a lo intenso y explosivo.
En los últimos años ha pasado por la playa de Riazor y por San Antón con _juno, ¿qué recuerdos tiene de esas citas?
Ambas las recuerdo con muchísimo cariño. En la playa pasó algo mágico. Mientras tocábamos la playa estaba no solo llena de gente, sino de niebla. Desde el escenario el espectáculo era impresionante. Parecía que la playa entera se había convertido en un club de techno, lleno de humo y de gente dándolo todo. Y con _juno fue muy bonito, delicado, en el castillo, viendo a la gente, uff… Recuerdo a una mujer en lo alto que bailaba como tocando un sinte. Era tan bonita de ver. Todo el rato la miraba y me daban ganas de decirle solo quiero ser tú.
Hace unos meses publicó nuevo disco, ‘Lento ternura’, ¿cómo está siendo la recepción del público?
Está siendo muy bonita. Siento que el público ha ido llegando poco a poco a ‘Lento Ternura’, entendiéndolo, muchas veces en el propio directo, y eso me parece precioso, es una manera mágica de llegar a un disco. A mí me resulta muy emocionante tocar estas canciones en directo, unas canciones que nacieron en mi habitación entre sintes, cajas de ritmos y mi ordenador y ver cómo crecen en directo gracias al talento de mis amigos y a la energía de la gente que está al otro lado es increíble.
Después del éxito de ‘PUTA’, ¿qué buscaba con ‘Lento ternura’?
Buscaba encontrar un respiro. ‘PUTA’ fue un disco necesario a nivel personal, pero también duro de vivir, sobre todo en algunos directos. En medio de esa gira empecé a escribir estas canciones como una forma de escapar de esa narrativa tan marcada por la violencia. Quería abrir un espacio distinto, más luminoso desde donde poder hablar del amor, de la amistad, del hogar… No era tanto superar lo anterior como crear un lugar desde donde sentir la calma, aunque ese lugar esté también azotado por la ira, y el no saber ubicarlo forme parte de su propia naturaleza.
¿Cómo se gestan estas canciones que buscan la ternura, pero que también enseñan partes más amargas del mundo que vivimos?
La búsqueda de la ternura es la intención que vertebra el disco, pero poco a poco entendí que no podía llegar a ella sin atravesar también la agresividad, las contradicciones y tristezas. Yo quería solo mirar lo bello, quedarme con lo que me hace feliz, pero alrededor siempre estaba lo incómodo, lo áspero. Darme cuenta de que esa belleza estaba rodeada de mugre, de rabia, de duelo, fue parte del proceso de creación. Al principio me negaba a escribir sobre nada que no fuera amable. Y, sin embargo, llegaron ‘La violencia’ o ‘Demasiadas canciones’ en las que la rabia estaba presente de una forma que quería evitar. Comprendí que no era posible. Ese contraste era necesario para reconocer la ternura.
En la playa de Riazor pasó algo mágico. Estaba no solo llena de gente, sino de niebla. Parecía que se había convertido en un club de techno, lleno de humo y gente dándolo todo
Con este disco se planteó por primera vez producirlo por sí misma, ¿cómo surge la idea?
Después de ‘PUTA’ necesitaba saber quién era más allá de esa narrativa que te comentaba. Sentía que tenía que descubrir quién era, no solo desde las melodías y las letras. Para responder a esas preguntas tenía que decidir cómo quería sonar. Producir ‘Lento Ternura’ fue parte de ese camino. Un reto que implicó tiempo y dedicación, muchísimo trabajo, pero también mucha satisfacción al haber logrado algo tan complejo y darme cuenta de que podía genera los sonidos que imaginaba. En nuestra escena todavía hay pocas mujeres que dan el paso a autoproducirse o producir a otras personas y muchas veces es por falta de referentes; otras, de oportunidades y creo que es necesario que estemos ahí ocupando espacios que durante mucho tiempo han estado solo destinados a los hombres.
Alguna vez ha dicho que es complicado que le surja solo una canción, que más bien piensa en discos, ¿cómo se consigue esto en un mundo como el actual en el que se piden lanzamientos constantes?
Creo que no se consigue, al menos no como la industria lo entiende. Como sello sé que mis discos no encajan en esa lógica de inmediatez, pero a nivel artístico es lo que me funciona, al menos por ahora. Un disco me permite crear un universo completo, una canción es solo un destello. Y no creo que eso sea malo, es simplemente que con una canción, como oyente, necesito más. Me gusta escuchar discos enteros; perderme en la estética, la producción, la historia que cuentan… por eso sigo haciéndolos, para provocar esa experiencia. No puedo cambiar el sistema, ni lo pretendo, pero sí puedo ofrecer un lugar distinto. Y mientras quede gente que quiera no solo canciones sueltas, sino relatos enteros, sé que mi música podrá ser ese espacio en el que sumergirse.
¿Cuáles son los siguientes pasos de Zahara?
Sigo con la gira de festivales y, en invierno, vuelvo a las salas y al formato acustiquísimo, que es uno de mis favoritos. Estar sola en el escenario, rodeada de instrumentos, tocando canciones de todas mis épocas. Es un viaje íntimo y tierno. En contraste, las salas traen repertorio nuevo y puesta en escena diferente a los festivales. Me encanta pensar cada formato como un mundo propio, una forma diferente de habitar canciones y de invitar al público a vivirlas conmigo.