Hubo un símbolo de A Coruña, tan antiguo que es bimilenario, que aguantó el apagón: la Torre de Hércules. Hubo otro, más joven pero más que centenario, que no resistió la desaparición de la energía: el reloj del Obelisco. La columna inaugurada en febrero de 1891 marca la hora en que el desastre se consumó, pasadas las 12.30. Obviamente, los técnicos contratados por el Ayuntamiento trabajarán en su reparación, que tampoco es prioritaria.
Se da la curiosa circunstancia que el mecanismo, que tiene numerosos achaques y sufre averías de forma constante, había sido reparado en los últimos días. Volvió a la vida, pero de forma breve, pues el apagón ha vuelto a detener el tiempo.
El reloj del Obelisco sigue siendo el original. Fue encargado a un prestigioso fabricante de la ciudad francesa de Morez, en la región de Jura. Así lo cuenta Luis Antonio Quintana Lacaci en ‘El Obelisco y su reloj: cien años de existencia’: “Por ser un reloj muy especial, Vergne se pone en contacto con Paul Odobey (...), al que reclama un aparato cuya maquinaria no lleva tren de sonería, posea una larga transmisión y arbole las cuadraturas de cuatro esferas. A finales del siglo XIX, todo lo concerniente a la manofactura relojera procedente del Jura francés se identificaba con la máxima garantía que se pudiera ofrecer”. Hijo del prestigioso relojero Louis Delphin Odobey Cadet, Paul Odobey (1851-1923) decidió abrir su propia empresa (Paul Odobey Fils) en 1879, compitiendo con la de su progenitor, en la que trabajan también sus hermanos. La firma, que se convirtió en una de las más potentes de Francia, se mantuvo en activo hasta comienzo de los años 70 del pasado siglo XX.
Ha tenido restauraciones y limpiezas, pero ahí siguen los engranajes originales, que nunca han sido sustituidos”, decía Antonio González en 2002, cuando era el encargado de su cuidado.
En todo caso, los contratiempos que ha sufrido han sido numerosos. Por ceñirnos a las últimas décadas, en 1982 se sometió a una reparación de envergadura, y de hecho el reloj se trasladó a unos talleres para poder tratarlo a conciencia; en 1990 se sustituyó una de las esferas superiores; en 2002 se repararon todas, pues una acumulaba un retraso de media hora (se atribuyó al peso de las agujas) y las otras, de entre tres y cuatro minutos; en 2006 el reloj se paró un par de veces en tres días y se llegó a publicar que podría ser sustituido, porque 111 años de arenillas, temporales y salitre lo tenían en las últimas. Pero el caso es que resistió, y ahí sigue, viendo pasar el tiempo… aunque no siempre marcándolo, como es el caso de las últimas horas.