La Autoridad Portuaria de A Coruña ha iniciado los trámites administrativos para la redacción de los proyectos técnicos para intervenir en los muelles de Calvo Sotelo, A Palloza y Centenario Norte, que se someterán a importantes obras para su puesta a punto. Los documentos deberán estar listos en un plazo de seis meses una vez se adjudiquen y el coste ascenderá a 160.000 euros.
El organismo portuario explica que “en las tres dársenas el fin último” de estos trabajos es “la adecuada conservación de los activos portuarios, mejoras operativas en su gestión, prolongar su vida útil y adaptar sus características a las necesidades cambiantes del tráfico marítimo tanto en el ámbito portuario y comercial como en lo que se refiere al uso ciudadano”.
Las bases del contrato establecen que en el caso del recinto situado al lado de la Delegación del Gobierno es necesario llevar a cabo una reforma debido al deterioro de la estructura y porque se prevé utilizar esta instalación “para el atraque de grandes cruceros”, lo que ha llevado al Puerto a programar “la sustitución de los actuales bolardos por unidades de mayor capacidad de tiro, adaptados a los futuros buques atracados”, así como una actuación que mejorará la “estabilidad estructural del mismo”.
Este cambio supondrá un pequeño hito dentro de la historia portuaria coruñesa, ya que Calvo Sotelo, proyectado en 1923, recuperará oficialmente el uso con el que nació: albergar a trasatlánticos (en los últimos años ha albergado a este tipo de buques de forma provisional cuando coincidía más de uno, pero ahora la instalación quedará equipada completamente para esta función).
Según se recoge en la publicación ‘El Puerto y la Ciudad de A Coruña’, dirigido por Carlos Nárdiz, Juan R. Acinas y profesores de Caminos de la Universidad de A Coruña (UDC), la construcción de este espacio se justificó por “el considerable movimiento de viajeros que había experimentado el puerto, fundamentalmente hacia la emigración”. Esta obra no solo afectó a Calvo Sotelo, sino a parte de lo que hoy es Batería, muelle contiguo.
Este espacio tiene una historia que se remonta a 1923, cuando se proyectó originalmente para dar servicio a los barcos que hacían el traslado de los emigrantes a América a finales del siglo XVIII, que necesitaban mayor calado del que existía en el puerto coruñés. Ante esta situación, se proyectó la construcción del denominado Muelle de Trasatlánticos, que en realidad era lo que hoy se conoce como Calvo Sotelo. Las obras finalizaron
en 1939.
Ya hoy en día, tras quedar sin actividad de empresas que lo empleaban para diversas mercancías, la parte sur del muelle está destinada a convertirse en infraestructura de atraque para cruceros de gran tamaño, lo que requiere de una obra para adaptarlo a esta nueva necesidad. “Este nuevo uso implica cargas y esfuerzos de atraque y amarre significativamente superiores a los contemplados en el diseño original del muelle”, recoge la documentación técnica.
El organismo portuario también señala que es necesario acometer la obra debido a que “las inspecciones realizadas en 2007, 2022 y 2024 han identificado una serie de patologías estructurales que, si bien no han evolucionado de forma crítica, sí requieren atención para garantizar la seguridad y funcionalidad del
muelle”.
La situación del muelle de A Palloza está condicionada por las características que se definan en el proyecto Coruña Marítima para transformar el litoral de la ciudad. Según explica la Autoridad Portuaria, en la actualidad “únicamente se contempla una intervención de cara a su conservación, que incluye las actuaciones imprescindibles para garantizar la integridad estructural del muelle”.
Las inspecciones técnicas realizadas han identificado una serie de daños estructurales en este zona del puerto. Según afirma la entidad que preside Martín Fernández Prado, “en la zona sumergida se ha observado la pérdida de elementos estructurales en los bloques, así como erosión y socavaciones”. Además,
bajo el agua se han detectado fisuras horizontales y oblicuas, apertura de juntas y pérdida de mortero.
“La comparativa histórica revela la reaparición de daños ya detectados en 1965, lo que indica el agotamiento de las reparaciones anteriores”, avisan las bases del contrato elaborado por el organismo portuario. Para evaluar el estado del muelle, se realizaron estudios topográficos y geotécnicos.
A Palloza fue construido originalmente en 1892 y finalizado en 1918. Los materiales utilizados en su construcción incluyen mampostería hidráulica, bloques de hormigón, sillería y morteros con cemento.
A lo largo de los años, ha sido objeto de diversas intervenciones históricas, como el cierre del varadero en 1935, el cierre de la escalera central en 1952, la reparación de bloques en 1965 y la construcción de una nueva escalera en 2000.
La Autoridad Portuaria también ha sacado a concurso público la elaboración del proyecto -técnico para la rehabilitación estructural del muelle del Centenario Norte.
Esta parte del puerto fue construida entre los años 1978 y 1984, mediante un sistema estructural basado en plataformas de hormigón armado apoyadas sobre pilotes. A lo largo de su vida útil, ha sido objeto de diversas intervenciones, siendo la más significativa la rehabilitación realizada en 2005.
Sin embargo, tras más de 40 años de servicio, y en vista de los resultados de inspecciones previas, el Puerto ha considerado necesario realizar una evaluación integral de su estado actual.
Actualmente el muelle está destinado principalmente al tráfico de graneles sólidos y mercancía general. Según advierte el organismo portuario, “las condiciones ambientales de la zona influyen directamente en los procesos de deterioro estructural”.
La entidad presidida por Martín Fernández Prado realizó una inspección durante el año 2024 que incluyó observaciones visuales desde superficie y embarcación y una campaña experimental de ensayos en el lugar y de laboratorio.
La documentación técnica que regirá esta actuación revela que “estas pruebas permitieron evaluar parámetros clave como la resistencia a compresión del hormigón, la profundidad de carbonatación, el contenido de cloruros, y la actividad electroquímica de corrosión en las armaduras”.
“Los resultados revelaron que, si bien la mayoría de los elementos estructurales mantienen una resistencia adecuada, existen zonas localizadas donde se han reactivado procesos de corrosión previamente tratados en 2005”, asegura la Autoridad Portuaria.