Garufa en A Coruña: Simpatía por el diablo, pero sin pactar con él

Garufa en A Coruña: Simpatía por el diablo, pero sin pactar con él
La sala Garufa durante el concierto de Garufa Blue Devils Big Band el pasado jueves | Joaquín Abad

El selecto club de locales cuya trascendencia supera a la de su calle tiene un ejemplo en la calle Riazor, para muchos ‘la del Garufa’, antiguamente ‘la del Valle Inclán’. Del cine en el que ahora se sienta la sala de conciertos con más empaque de la ciudad cada vez quedan menos testimonios. Sin embargo, la fórmula de la eterna juventud que parece haber descubierto la sala con nombre de tango la tiene bajo llave Pepe Doré, su orgulloso gerente. Una pandemia, el abandono de su local tradicional o las ‘perversiones’ de la música de autor en forma de autotune no han podido con una franquicia emocional de 32 años de duración.
Da igual cuándo abra sus puertas: del miércoles laboral en horario nocturno y con competencia de Champions League al sábado con Riazor hasta la bandera a unos cuantos pasos. Nada le priva del lleno asegurado a un local que en ocasiones parece tener figurantes en forma de público fiel. “Hay pocos secretos más allá del trabajo, aunque dos de ellos son la constancia y no vender el alma al diablo”, subraya Doré. “Mantenemos el criterio de programación fuera de las modas hasta crear un punto de fidelidad y sinergias”, añade. 


Sin embargo, y romanticismo aparte, sería imposible mantener una industria cultural desde la altanería o autocomplacencia. En el equilibrio entre la calidad superior y lo ‘masticable’ por el gran público se mueve como pez en el agua una programación ecléctica, pero hasta cierta línea roja. “Está claro que una pequeña empresa en un sector tan complicado para sobrevivir económicamente necesita de una gestión transversal en ese aspecto”, subraya la gerencia. “Hay conciertos que se llaman alimenticios, que permiten financiar conciertos deficitarios. Tenemos la intencionalidad enfocada a la tradición cultural de la ciudad. Dentro de la oferta económica que ofrecemos ”, prosigue Doré. Hasta Lars Von Trier tuvo que renunciar al dogma para poder comer. 


¿A qué suena A Coruña? 

No ha protagonizado una movida, pero nunca ha dejado de bailar. Que A Coruña se divierte es una sentencia casi atemporal. La cuestión es a qué ritmo. Según Doré resulta una ciudad de un gusto inclasificable y tan variopinta como su propia oferta. “Hay muchas A Coruña y es difícil uniformar, aunque hay una tendencia hacia el pop y otras tendencias importantes”, reconoce.


Hace solamente tres meses el Garufa sopló las velas de una década en Riazor, aunque para algunos es algo así como cuando The Cavern en Liverpool se movió unos pocos metros: misma esencia, pero no el de antes. El establecimiento primigenio, en la Ciudad Vieja, tenía entrada por la calle de las Tinajas y también por la de San Francisco. También tuvo un pequeño paso por la calle del Príncipe. Pasos siempre al frente en los que el nombre no ha sufrido un ápice de deterioro, por muchos virus que se le echen encima. “Estamos orgullosos de haber sobrevivido en este sector, con lo complicado que es, y más cuando todos sabemos lo que sucedió en pandemia”. “Necesitamos licencia de sala de espectáculos, salón de baile y discoteca, y mantenerlo contra la competencia desleal y sobrevivir es increíble”, relata sobre su mayor motivo de orgullo. “Estuvimos cerrados a cal y canto durante 19 meses, mientras otros pudieron entreabrir o redirigir su oferta. Habría que revisar nuestra actividad, al estar adscritos al ocio nocturno”, finaliza. 

Garufa en A Coruña: Simpatía por el diablo, pero sin pactar con él

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