El encuentro

se puede hablar durante horas y no decir nada, y se puede aprovechar un minuto para decir algo. Y, si no, que se le pregunten a Biden, que todavía andará tratando de ordenar en su mente la heteróclita porción de cosas que en menos de un minuto le contó Pedro Sánchez cuando le cogió por banda en la reunión de la OTAN. Uno, que participó durante varias temporadas en el programa de televisión “59 segundos”, y que antes lo había hecho en la sección “Su minuto” del que conducía por las mañanas la entrañable Carolina Ferre, sabe que en ese breve espacio de tiempo se pueden decir muchas cosas, sobre todo si no te dejan, si no puedes, explayarte más rato. No siempre se consigue, es más, no se consigue casi nunca, pero estoy convencido de que el presidente del Gobierno español le puso la cabeza como un bombo al presidente americano. Aprovechó su minuto, sus 59 segundos, como pudo, pero no se le puede negar, cuando menos, esa chispa de picardía española que puso en el empeño. Sánchez, en efecto, asaltó a Biden en el pasillo por donde los mandatarios que venían de un sitio se dirigían a otro. ¿Qué hay de anormal, de risible o de censurable en ello? Era uno entre treinta, y si bien tuvo que cazar a lazo a Biden, fue el único que se lo apalancó un rato, con las ganas que tenían otros, a los que el americano tampoco había hecho mucho caso, de apalancárselo ellos. Esa maniobra táctica, aprendida seguramente en su época de jugador de baloncesto, le permitió recordar a su poderoso aliado que España, como Teruel, también existe. Que el PP y los “memes” de Internet duden de que hubo “encuentro” entre los dignatarios, no tiene sentido: naturalmente que Biden se encontró con Sánchez, y de bruces. Tanto es así que, más que de encuentro, cabría hablar de encontronazo. ¿Y qué? Si la montaña no iba a Sánchez, éste resolvió ir a la montaña, con un par, y si es verdad lo que dice, que hablaron de cooperación militar, de Iberoamérica, de emigración y de que nos alegramos mucho de que ganara a Trump, no estaríamos sólo ante un tío lanzado, sino ante uno con una capacidad de síntesis formidable.

El encuentro

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