El comercio de A Coruña pierde una de sus joyas. O muchas. Las de la Joyería Amor, que ha anunciado el cierre tras 140 años de actividad ininterrumpida. Se trata del cuarto negocio más antiguo de la ciudad, así que para el sector es una conmoción. Permanecerá abierta dos meses, que es el periodo de liquidación, antes de bajar la persiana para siempre. Antonio Amor, el último de la saga, reconoce que se trata de un momento triste, pero no pierde por ello el desenfado que le caracteriza: “No teníamos hijos que quisieran continuar. No hay relevo generacional, y así ha acabado la historia”.

De hecho, la tienda no es suya desde hace cerca de dos años, cuando lo traspasó a una antigua empleada. Llevaba tiempo pensándolo, admite. Mientras su padre aún vivía, estuvieron debatiéndolo a menudo y cuando él murió, decidió dar el paso. “Soy el último Amor. Los otros están en San Amaro”, explica.

Cambio de ciclo

Él prefiere considerarlo un cambio de ciclo. Asegura que los tiempos están cambiando, y que cada vez es más difícil para una joyería sobrevivir. “Yo realmente no era un joyero, lo era más mi padre, yo estaba a otras cosas, como la asociación de comerciantes”, reconoce el último de una dinastía.  

También los impuestos, y el aumento de las exigencias de seguridad se han cobrado su precio. “Lo último fue una inversión de 3.000 euros para cambiar las cámaras y como eso, 20.000 historias más. El precio del oro es un problema. No deja de subir, y los gustos han cambiado”, trata de racionalizar. El cambio en los hábitos de consumo implica comprar por internet y lucir bisutería que “es más barata y luce igual. Nadie se atreve a llevar joyas por la calle”.  

“Me entristece mucho, pero es algo que ya ves venir. Y de donde no hay, no puedes quitar”, concluye. Porque siempre es triste cuando el amor se acaba.