El cierre de la Joyería Amor, uno de los comercios más antiguos de A Coruña, ha sorprendido a muchos clientes y vecinos, que se han encontrado con enormes carteles que anuncian el final de este histórico establecimiento abierto en 1885.
La actividad ayer jueves fue frenética en este local ubicado en la calle San Nicolás. Paradójicamente, el anuncio colgado en el escaparate, en el que se pueden leer las palabras “liquidación total por cierre”, atrajo a mucha gente que se acercó en busca de productos con precios rebajados y para interesarse por la noticia del cese de actividad.
Beatriz Estraviz trabajó en esta joyería como empleada durante 23 años y hace dos años dio el paso de hacerse con la propiedad, tras la decisión de Antonio Amor de hacerse a un lado y dar la oportunidad a otra persona.
Ahora, esta tienda enfila sus últimas semanas abierta al público. Está previsto que eche el cierre a finales del próximo mes de septiembre. Hasta entonces, continuará con la venta de la mercancía que todavía tiene en estocaje.
¿Cuál es el motivo para adoptar esta drástica decisión y poner fin a la historia de este emblemático negocio? Estraviz alude a que “son muchos gastos” y “contras”, con lo que decidió cortar de raíz al constatar que las ventas no remontaban con el paso del tiempo. “Se trata de no hacer bola”, sentencia. Desde que se conoció la noticia de que esta empresa dejará de funcionar, varios clientes se han acercado a la tienda a preguntar por este anuncio. La propietaria confiesa que el jueves fue “un no parar desde primera hora” con tantos clientes.
Con este cierre, A Coruña pierde a uno de sus establecimientos más antiguos. Ya quedan muy pocos que puedan presumir de que llevan en funcionamiento desde hace más de un siglo. Todos se encuentran situados en el entorno de las calles San Nicolás, San Andrés y calle Real.
A poca distancia de Joyería Amor se ubica Azafranes Bernardino, que presume de que empezó su actividad en 1800, tal y como se puede ver en el escaparate. Esta pequeña tienda, ubicada en la calle San Andrés, vive un momento muy dulce, con muchos clientes habituales.
Este negocio de especias, azafranes y pimentones fue fundado en el siglo XIX con la apertura de un despacho de azafrán en la calle de la Galera. Su actual propietaria es Carmen Pico, que se hizo cargo de esta tienda en 2017 tras la jubilación de la anterior.
Una de las primeras decisiones que adoptó fue trasladarla a San Andrés, donde tiene una mayor visibilidad de cara al público. Además, cuenta con una fábrica en un bajo de la calle de la Galera, donde elabora diferentes productos propios que no se pueden encontrar en otros lugares.
Su dueña destaca que uno de los pilares de su comercio es la innovación, con productos como la “sal picante” que se puede usar para “carne, pescado, arroz...”. También afirma que vende una salsa denominada “Manda Carallo” y que dispone de “infusiones a granel” que se pueden llevar en un colador de acero.
Carmen Pico relata que le gusta “crear” nuevos productos y que le “encanta la gente”.
Esta empresaria asegura que está contenta con el funcionamiento de este local de San Andrés y añade que tiene planes para “abrir más tiendas”, con la vista puesta en el entorno de la plaza de Lugo, en donde le gustaría poder abrir un despacho de venta en el propio mercado (está pendiente de que el Ayuntamiento saque a concurso público los diferentes puestos de la plaza de abastos).
Carmen Pico deja claro que “el negocio tiene asegurado el futuro” porque en él también trabajan su hijo y su nuera, lo que garantiza una continuidad.
Otra tienda histórica de la ciudad es la Farmacia Villar, que está ubicada en la céntrica calle Real. Cualquier persona que entre en esta tienda, se percata de inmediato de que no se trata de un negocio del montón, sino que tiene mucha historia. El local ya ofrece muchas pistas de ellos mediante su mobiliario y su escaparate.
En concreto, abrió sus puertas en 1827 y desde entonces se ha mantenido en funcionamiento en el centro de A Coruña. En ya solo dos años accederá al selecto club de los bicentenarios.
Este establecimiento ha pasado de “padres a hijos”, según relata Ricardo Villar, que es la sexta generación que asume el reto de mantener a flote este emblemático negocio. Como curiosidad, en el interior del establecimiento están colgados en la pared todos los retratos de los farmacéuticos que han estado al frente de la botica, como si se tratase de un museo.
Villar destaca que este negocio fue “el primero de A Coruña en tener la aspirina” y que ha tenido que adaptarse a las sucesivas “legislaciones” que se han aprobado en España con el paso de los años, como cuando se prohibió vender productos agrícolas en el mismo lugar que medicinas para los humanos. En el interior del local también se llegaron a fabricar diversas medicinas, lo cual hoy es impensable.
Lo llamativo es que la calle Real, en donde se estableció hace casi 200 años, estaba considerada como las “afueras” de la ciudad a finales del siglo XIX, según señala Ricardo Villar, que conoce a la perfección este negocio, ya que trabaja en él desde hace ya 22 años.
Del mismo ramo y con más de 150 años de vida, Farmacia Ossorio sigue abierta al público en la calle San Nicolás. Su propietario, Francisco Ossorio, relata que la continuidad de esta botica está garantizada porque su hijo, Vicente, cursa quinto de Farmacia y tomará las riendas de este local cuando termine la carrera. Será la quinta generación que participe en la larga historia de esta tienda, que siempre ha estado bajo el control de la misma familia.
Ossorio explica que este negocio es “más estable” en comparación con otros y que hay una clientela fija, lo que se traduce en que se registren unos ingresos bastante predecibles. “Es gente de nuestro barrio. Es bastante fija”, afirma. Incluso a veces los turistas de los cruceros se adentran en el local. “Entran, a veces husmean y se van sin decir nada. Otras veces compran algún paracetamol para el dolor de cabeza o cosas así”, indica.
Francisco Ossorio también relata que hace años había más clientes que no vivían en la zona y paraban a comprar medicamentos en esta farmacia, ya que “antes era una zona de paso” con mucho tránsito. Pero esta situación cambió cuando esta parte de la ciudad perdió comercios como el Zara de la calle Torreiro y la hostelería ganó mucho más terreno.
Este servicio farmacéutico comenzó en la calle San Agustín en 1871, lugar en el que permaneció hasta la finalización de la construcción de un edificio en la cercana calle de San Nicolás, a donde se trasladó en 1873 y donde continúa hoy en día.