Crispación y agotamiento

Tomo el título prestado de la actriz Aitana Sánchez Gijón sobre los estados de ánimo en tiempo de pandemia. Declara que se han exacerbado comportamientos egoístas y ultramontanos. Y advierte de que la crispación y el agotamiento” pueden convertirse en un polvorín”.


Tan desalentador diagnóstico remite a los “absurdos enfrentamientos que nos distraen de lo importante”, según el candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid, Ángel Gabilondo, cuando denuncia la deliberada polarización de posiciones propuesta por la presidenta Díaz Ayuso y el aspirante Iglesias Turrión. La una so pretexto de frenar el comunismo. Y el otro so pretexto de frenar el fascismo.


Esos dos clarinazos, el de Ayuso (PP) y el de Iglesias (UP), no son ni menos obsoletos ni más teatrales. Allá se andan. Pero coinciden en un común e insensato ánimo de reyerta. Lo vimos en la sesión de control del miércoles en el Congreso, el de la despedida como diputado del todavía vicepresidente segundo del Gobierno.


Mientras los españoles acuden al psicólogo angustiados por la lentitud en la vacunaciones y el miedo al paro, el número dos del PP, García Egea, arremetía contra Iglesias celebrando por anticipado su muerte política tras las elecciones de Madrid. Y este respondía anunciado que le denunciará por “comprar diputados en Murcia.


No había sido menos bronco el previo cruce dialéctico entre Sánchez y Casado. Con acusaciones del presidente sobre la “corrupción y el transfuguismo” que, según él, sustentan al gobierno de Murcia. Y con sonrojantes ataques personales al líder del principal partido de la oposición: “Da pena ver al PP liderado por usted”. Tampoco se mordió la lengua Casado: “Pero ha mirado usted a su banco azul?”. Pregunta retórica que anunciaba la descarga posterior: “Un vicepresidente imputado, los ministros de los ERE, no sé cuántos imputados por agresiones a la Policía, Ábalos en un nuevo Delcygate (caso Plus Ultra)”. Por tanto, “lecciones de integridad de usted, ninguna”, remató Casado.


Así es como ha entrado la campaña de Madrid en el Congreso. Con nuevas pruebas sobre el creciente encanallamiento de la clase política, avivado tras las innecesarias hogueras que arden o ardieron como consecuencia del contubernio murciano PSOE-CS.


Un efecto colateral ha sido la renuncia de Iglesias como vicepresidente, como diputado y como líder de UP, so pretexto de frenar a “estos criminales” de la ultraderecha en Madrid. Y la elegante réplica de Ángel Gabilondo (“Con Iglesias, no”), que se presenta como la voz sosegada de un drama nacional de farsantes, histriones y adictos a la reyerta con el adversario político. 

Crispación y agotamiento

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