La espantada de Iglesias

Analizar la inopinada renuncia de Pablo Iglesias a seguir en el Gobierno es tarea de politólogos y psicoanalistas. Hay un primer factor, el declive de Podemos. En las elecciones autonómicas convocadas en Madrid algunos sondeos les sitúan por debajo del 5% que es el mínimo establecido para entrar en la Asamblea. Ante semejante perspectiva y vista la pérdida de respaldo en comicios anteriores (Galicia, Euskadi, Cataluña), a la desesperada, Iglesias parece que tanteo a Alberto Garzón, a Irene Montero y al diputado Rafael Mayoral, para presentar en Madrid como cabeza de lista a alguien conocido pero ante las sucesivas negativas, se habría visto obligado a asumir personalmente el reto. A partir de ahí nacía el discurso épico de quien se “sacrificaba” renunciando a seguir en la Vicepresidencia para “dar la batalla de Madrid al fascismo”. Amenaza que –dice– encarnan Ayuso y Vox.


Este sería, por decirlo así, el relato oficial. Pero en la decisión hay muestras de su personalidad megalómana. Iglesias renuncia con la pretensión de marcarles la hoja de ruta al candidato del PSOE Ángel Gabilondo y también al partido de Íñigo Errejón. Nombrando de paso a Yolanda Díaz vicepresidenta del Gobierno y a Jone Belarra ministra, omitiendo el ‘pequeño’ detalle de que según la Constitución, los nombramientos de ministros son potestad exclusiva del Presidente del Gobierno. El mismo Pedro Sánchez quien, por cierto, se enteró la mañana del lunes de la espantada de su vicepresidente estando de viaje oficial en Francia.


Pablo Iglesias se aburría en el Gobierno. Ha estado un año de comentarista, sin hacer nada. Forjado en las asambleas de facultad y en agitación de la calle, su personalidad narcisista y un tanto infantiloide añora “la revolución”. No ha entendido que en el siglo XXI estar en un Gobierno europeo no faculta para cambiar las cosas por decreto, sin atenerse a las leyes, los pactos y los compromisos adquiridos por el Estado. En nuestro caso con la UE o con la OTAN. Normas que impiden comportamientos arbitrarios a los gobernantes a la manera del famoso “exprópiese” de Hugo Chávez. Iglesias se va con la intención de agitar la calle convirtiéndose en líder de la izquierda y de la oposición. Es un demagogo que llega tarde a la Revolución Europa guarda memoria de a dónde conduce la Utopía comunista– pero intentará desestabilizar la situación polarizando al máximo la vida política. Irá contra Díaz Ayuso, pero también contra Pedro Sánchez. Al tiempo. 

La espantada de Iglesias

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