Todos los fuegos el fuego

Hace muchos años leí con pasión el maravilloso conjunto de cuentos al que Julio Cortázar puso como título genérico el de ‘Todos los fuegos el fuego’. Poco podía sospechar yo entonces que ahora, tanto tiempo después, al regreso a mi casa tan dañada por un incendio, iba a copiar aquel titular para escribir una crónica dolorida de lo que tantos miles de personas hemos encontrado en nuestros hogares al regresar de nuestras vacaciones o/y del desalojo. Los cuentos de Cortázar hablaban de una realidad paralela, de una dualidad: lo que hemos encontrado en el retorno es ceniza, desolación, nuestros paisajes arrasados, nuestros árboles muertos. ¿A quién culpar de tanta desdicha, tanta tristeza? Esa, querido lector, parece ser la gran, innecesaria, pregunta.


Yo no sé si echar la culpa de mi entorno carbonizado al Gobierno central, al autonómico, al local. Veo la pelea política y, claro, me escandalizo, porque creo que no es el momento de pelotearse culpas (todos comparten algunas, creo), sino de arbitrar los remedios, las ayudas, los consuelos. Quizá el Consejo de Ministros tenga a bien declararnos zonas catastróficas a las que en realidad lo son, pero sí constato que, de momento, ni mis vecinos afectados ni yo hemos recibido siquiera una llamada de nuestros munícipes para ofrecer algo de apoyo, una muestra de simpatía, y al menos la promesa, siempre por cumplir, de unos recursos municipales sobre los que trabajar en el desescombro, en la recogida de lo quemado, en la reconstrucción de setos, la tala necesaria de pinos asesinados por las llamas, que amenazan con derrumbarse sobre los tejados.


Así, si ni siquiera los más cercanos se han molestado en acercarse a nosotros, ¿qué esperar de los más lejanos, de un Consejo de Ministros que solo piensa en su supervivencia política ? Creo que existe una notable indignación ante la polémica que estos días ha llevado a la directora de protección civil a intentar culpar a las autonomías del PP del desastre, y que ha llevado al PP nada menos que a llamar ‘pirómana’ a la mentada directora general, Virginia Barcones. Así estamos, de la demasía a la demasía, y tiro porque me toca. Sí, Sánchez, que ha llegado tarde a los focos incendiados, pero al menos ha llegado para hacerse la foto, puede que haya salvado los muebles. Nosotros, no.


Los alcaldes afectados, desesperados, piden a los grandes partidos que dejen atrás la batalla política. Los vecinos empobrecidos denuncian en los periódicos cosas como que “hemos dejado que, al final, el medio rural se vacíe, y el medio rural es el que alimenta a toda España”, Los agricultores y ganaderos, que son los que saben de esta España semivacía y poco cuidada, denuncian que “el monte está sucio porque no está trabajado”. Y porque hay leyes inadecuadas, y políticos inadecuados que ni siquiera aplican bien esas leyes. Y porque las administraciones central, autonómica y local no se coordinan. Y porque nuestros representantes carecen del sentido de servicio al ciudadano. Todo ello deriva en el incendio por los cuatro costados de la nación.


Hablan ahora de un pacto de Estado para prevenirlos, Que, al menos, el año próximo no se queme lo que aún queda por quemar en la España del secarral. El presidente lo ofrece con la boca pequeña, sin admitir sus errores, faltaría más. El PP lo rechaza, creo que injustificada e inexplicablemente. Como ambos rechazaron la declaración de un estado de emergencia que pienso que, bien aplicado –esa es otra–, hubiese sido necesario. Creo que al Estado, en su territorialidad y en su (mal) funcionamiento, hay que repensarlo y eso solo se logra cuando se hace desde posiciones distintas pero dialogantes. Lo primero aquí, en las dos Españas, es obvio; lo segundo, inexistente.


Claro, a mí, y a los otros treinta y tantos mil afectados directamente –indirectamente lo estamos todos– por los incendios que han consumido casi medio millón de hectáreas, qué quiere que le diga: la polémica política sobre el ‘y tú más’ no soluciona la normalización de mi vida, que tardará meses. Yo lo que quiero es ver cómo se arbitran soluciones, ayudas. Quiero, al menos, un hombro sobre el que llorar. Y parece que no será ni en mis responsables gubernamentales, autonómicos, ni siquiera locales, donde lo hallaré.

Todos los fuegos el fuego

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