Ordenar el territorio, prevención…

Fueron legión los técnicos y opinadores explicando las causas de los incendios que atribuyen a la falta de prevención, a la desaparición del pastoreo y la agricultura tradicional, a la falta de políticas de ordenación del territorio, a la despoblación del rural, al envejecimiento de la población y al cambio climático, el último convidado.


A medida que los montes se teñían de negro, esos “entendidos” prescribían el tratamiento con dos recetas clásicas y complementarias: “Hay que limpiar el monte” y “los incendios se apagan en invierno” con el desbroce.


No están descaminados, pero ¿quién puede hacer esos trabajos de limpieza del monte? La realidad es que en gran parte del rural gallego ya no hay gente en condiciones de realizarlos. Las aldeas se vaciaron, la población envejeció, los montes están en estado salvaje y en tierras de labor, hasta hace poco cultivadas, está instalado el baldío.


Organizar cada año una limpieza en miles de parcelas abandonadas, minifundistas y de herederos desconocidos, es inviable humana y económicamente. También es inviable invocar el regreso al pastoreo extensivo, a la agricultura de rozas o a los cultivos tradicionales. El problema es estructural: no hay gente joven, hay población envejecida, la propiedad fragmentada… La falta de rentabilidad y futuro provocó el éxodo a las ciudades que condenó a las aldeas a su lenta desaparición, hasta el punto que en muchas solo queda la última generación que habita esos lugares en medio del silencio, la maleza y la certeza de que si llega el fuego arderá todo, como ocurre este agosto.


El resultado es un territorio cubierto de combustible: matorral, eucalipto, pino... y cuando el fuego se enciende, a menudo por la mano del hombre –hay 38 detenidos y 113 investigados– las llamas se propagan sin freno en un ritual de destrucción y resignación.


¿Significa esto que no hay salida? No, significa que la solución no es simple, no es fácil enfrentarse a ese problema. En el campo no hay brazos jóvenes, ni recursos para acometer semejante tarea. Por eso, el reto es gestionar los montes en su conjunto, organizar y profesionalizar la prevención para proteger nuestra riqueza natural.


Esta tarea monumental es una responsabilidad colectiva que debe asumir el conjunto del país con un plan estratégico para ordenar el territorio, planificar la prevención y rentabilizar el monte y eso necesita el acuerdo de los grupos políticos y la implicación de todas las administraciones, los estudios de los que saben –Galicia tiene tres universidades– y la colaboración de los propietarios.


Dicho esto, no nos hagamos ilusiones. Estamos viendo como los políticos buscan culpables en lugar de soluciones y es probable que dentro de un año el fuego vuelva a devorar el territorio porque los gobiernos no se ocuparán de organizarlo y ponerlo en valor.

Ordenar el territorio, prevención…

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