Reportaje | El embarcadero para realizar un viaje histórico

Desde la época romana hasta la actualidad, el recorrido costea todas las etapas de los muelles
Reportaje | El embarcadero para realizar un viaje histórico
La visita guiada empezó en la puerta principal / Javier Alborés

A Coruña es su puerto. Y sin embargo, muchos coruñeses desconocen la historia de la infraestructura que es tanto el origen como la razón de ser de la ciudad. Durante años, un muro ha separado ambas partes de A Coruña y aunque este muro se está derribando lentamente, todavía persiste. Por eso, para entrar en el puerto se sigue necesitando un guía y Suso Martínez, el más famoso cicerone de la ciudad, retomó ayer la visitas: acompañado por veinte personas, les descubrió las maravillas del antiguo Magnus Portus Artabrorum.


La visita comenzó ante el mural cerámico de la entrada principal del puerto, que sirvió a Martínez como un mapa donde situar todos los lugares que iba mencionado. Con su verbo fácil y ligero, el guía captó la atención del público recordando que el puerto estaba allí antes que los  romanos, aunque ellos levantaran la Torre de Hércules. “Olían el oro. El oro es como la sangre, no se puede ocultar el olor, y en Hispania había oro”, relataba en tono feroz. Su audiencia comenzó a olfatear, sugestionada. 
 

Mencionó el tráfico marítimo en la Edad Media, como los peregrinos llegaban por mar para evitar los peligros del camino, llenos de fieras salvajes, como osos, y de bandidos. Sobre la Edad Media mencionó la isla de los judíos, hoy sepultada bajo siete metros de cemento, pero que en su día fue el camposanto de la comunidad judía de la ciudad. “Había puerto y había negocio. Preguntarse si había judíos en A Coruña es una tontería”, comentó. No pudo evitar recordar el baño encontrado en una de las casa de la calle Sinagoga, sobre el que se debate si era un mikvé, o baño ritual judío. “Es una polémica, a mí me encantan”, explicó.  
 

La bella época 

El guía recordó la época dorada de la ciudad: la modernista, cuando el dinero procedente de las Américas desembarcaba con los indianos en el puerto y se levantaron los edificios modernistas que salpican el centro. “Nunca volvimos a hacer edificios tan bonitos”, sentenció Martínez. Fue una época en la que A Coruña era rica, y que para llegar a Santiago desde Madrid era necesario ir en tren hasta aquí, y esperar mirando el reloj del Obelisco, levantado en honor de Aureliano Linares Rivas, santiagués ministro de Fomento, que murió en Madrid pero fue enterrado en San Amaro. 
 

Linares Rivas tiene un muelle que todo el mundo conoce, pero existen otros cuyo nombre se ha olvidado, como el de Santa Lucía un barrio pescador cuyos mozos se peleaban con los de A Coruña. “Los localismos son cosa de los de costa, no de los de interior”, y llegó ya a principios del siglo XX, para guiar a los visitantes a contemplar la grúa que ya se encontraba en el puerto cuando el Titanic se hundió en el Atlántico, el mismo mar que baña A Coruña. 
 

Para disfrutar de todos estos y más relatos habrá que esperar. Se han agotado las plazas para las visitas al puerto de mayo y junio. Pero no hay que desesperar: el 14 de junio saldrán las de julio, cuando habrá dos.

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