El número 11-13 de San Nicolás alberga una de las joyas modernistas de A Coruña. Obra de Ricardo Boán y Callejas, data de 1912 y tiene una fachada asimétrica que pronto será restaurada debido a su deterioro por el paso del tiempo. Una empresa especializada en rehabilitación de edificios protegidos y monumentos, Ismo Galicia, es la encargada de los trabajos, encargados por la comunidad de propietarios.
Uno de los arquitecto técnicos de la empresa, Agustín Álvarez, explica que “ahora estamos en proceso de licencia de obra. Dada la singularidad de la fachada, el proyecto tiene que ir a Patrimonio y luego iniciaremos la rehabilitación”. Este edificio, además, se encuentra en zona Pepri –Plan Especial de Pescadería y Ciudad Vieja–, por lo que su fachada debe adecuarse a dicha normativa. La reforma de la misma, por lo tanto, tiene que pasar “por el Ayuntamiento y Patrimonio”.
El motivo de la rehabilitación es el deterioro del 30% de la galería, “afectada por la humedad y el paso del tiempo. Es una galería muy complicada con entrantes y salientes”, resalta el arquitecto. Ismo Galicia repondrá la madera y dejará la galería “exactamente igual, retirando las piezas en mal estado y reconstruyendo la fachada, haciendo también una limpieza en seco con silicato”.
A su vez, la empresa saneará toda la fachada, renovando el material y haciendo una reconstrucción de las formas ornamentales. “Se va a hacer un estudio de color para pintarla con pintura mineral”, añade Álvarez.
Esta empresa ya ha llevado a cabo numerosas reformas en el centro de A Coruña. En la actualidad trabajan en la rehabilitación de otras joyas arquitectónicas, como el edificio Barrié de la Maza o el número 12 de la plaza de Lugo.
El 11-13 de San Nicolás es una de las arquitecturas más extemporáneas que se pueden encontrar a día de hoy en la ciudad. Situado en un solar de Pescadería que une las calles de San Nicolás y la Barrera, presenta 9,8 metros de fachada en la primera y 7,3 en la segunda. Fue en mayo de 1912 cuando Boán y Callejas firma el proyecto, según el cual se destinaban el bajo y la primera planta a un negocio, y la segunda y ático a viviendas. En 1923, tal y como se relata en el libro ‘A Coruña, guía de arquitectura’, Leoncio Bescansa, tras el fallecimiento de Boán, amplía el ático y añade una planta bajo cubierta ligeramente amansardada.
“La planta es quebrada en su medianería izquierda, y se regulariza disponiendo el bloque de escaleras y ascensor en ese extremo del solar, quedando así unívocamente ubicado un dormitorio que se va a enfatizar en fachada de un modo extraordinario. El pasillo en forma de ‘s’ distribuye el interior de las viviendas, donde dos pequeños patios de luces son aprovechados para formalizar un simpático puentecillo; las casas son amplias”, se narra en la guía de Esteban Fernández Cobián.
Por el contrario, la distribución interior de los pisos comerciales gira alrededor de un “doble espacio con pasarelas laterales y ese vacío interior se abre a fachada mediante el gran hueco que ocupa toda la crujía principal del conjunto y que posee vidrieras de colores en su límite superior”.
Las fachadas son definidas como un “prodigio de fantasía decorativa”: columnas, cariátides, galería de color verde-azul-turquesa, arcos de distintas épocas –incluso de herradura–, complicados herrajes, vidrios de distintos tonos, bandas de ladrillo rojo, frontones de difícil clasificación, etc”. Todo ello forma el carácter “onírico” de este proyecto, que ahora lucirá con más vida.