Cuando una ciudad crece, también lo hace su periferia. Zonas como Palavea, que durante años ha sido un tranquilo barrio obrero, conocido por sus viviendas sociales, han comenzado a suscitar el interés de los promotores: se encuentra justo al lado de una gran superficie comercial como Alcampo, y muy cerca de la Ciudad de las TIC, un nodo tecnológico en crecimiento. Por si fuera poco, el paseo fluvial de O Burgo y la playa de Santa Cristina se encuentran a la distancia de un paseo. Todos estos factores influyeron para que un grupo de inversores decidieran comprar la vieja promoción de 56 viviendas de Epamar, que durante años se había convertido en un calvario para los vecinos: vandalismo, drogas e incendios han salpicado más de una década que por fin ha acabado y que marca el principio de una nueva etapa que comenzará en un año, cuando el edificio esté restaurado.
La obras empezarán de forma inminente, solo falta la licencia municipal. De las 62 viviendas que adquirieron ya hace casi un año, los promotores planean convertirlas en 56. La mitad se las quedarán para alquilarlas. El resto, saldrá a la venta, y no les cabe duda de que será un éxito. “Aquello va a ser un sitio fantástico. Entrar y salir de A Coruña es facilísimo. Tienes al lado el Hospital, el centro comercial, pero sobre todo, cruzando la pasarela, la Ciudad de las TIC, donde van a ir a trabajar entre 4.000 y 5.000 personas”, explica Lorenzo López. El conocido empresario, hasta 2006 propietario de Electrodomésticos San Luis, es ahora la cabeza visible de Astuga Inmobiliaria.
Los nuevos habitantes de Palavea probablemente serán profesionales de la Ciudad de las TIC, la Universidad, o el Nuevo Chuac: “Alguna empresa ya se ha dirigido a nosotros, porque algunas ofrecen alojamiento como incentivo a sus empleados, y ellos lo desgravan. También nos llaman particulares”, explica. El precio de las viviendas (de uno, dos y tres dormitorios) oscilará entre 150.000 y 195.000 euros, mientras que el alquiler rondará los 650 o 750 euros.
Este edificio nunca había tenido residentes, sino que es una de las últimas grandes promociones que quedan en la ciudad que quedaron paralizadas por el estallido de la burbuja del ladrillo. Lo forman dos fincas. La primera, con dos bloques de 44 y 14 viviendas, y la segunda, con otra de cinco plantas y cuatro viviendas. En total, ocho portales.
En 2011 se interrumpieron los trabajos y el promotor huyó a Sudamérica. Prácticamente toda una manzana de Palavea que comenzó a pudrirse. Las obras prácticamente se habían concluido, pero pronto comenzaron a ser allanadas, y los ladrones de cobre hicieron su trabajo arrancando todo el cable posible. Gente extraña salía y entraba de los portales reventados, alarmando a los vecinos. Había ruido y fiestas, el agua comenzó a inundar los sótanos, las paredes estaban cubiertas de pintadas. Extraños comenzaron a dormir allí de vez en cuando, o permanentemente. Hubo numerosos incendios, que obligaron a actuar a los Bomberos, y la Policía acudía a menudo.
Algunos okupas se enfrentaron a los vecinos, aumentando la inseguridad. Además, también había tráfico de drogas. Ante esta situación, el Ayuntamiento solicitó a la Sareb, el llamado ‘banco malo’, que le cediera los edificios para restaurarlos y convertirlos en viviendas de alquiler social. Pero nada se hizo, hasta la llegada del grupo de promotores que consiguió desbloquear el problema. La Agencia Tributaria reclamaba un pago enorme y aquello había provocado que otros inversores se retiraran. Pero uno de los socios de López es José Luis Macía, exconsejero delegado de Fadesa. Consideró que podía desenmarañar aquel lío, lo que les llevó dos años.
El empresario pone de manifiesto la excelente acogida que tuvo su empresa por la asociación de vecinos, que la vieron como la respuesta a sus oraciones. “Desde el principio, hubo un excelente trato. En cuanto nos vio, se puso a nuestra disposición. Estaban encantados”. Desde la asociación, reconocen que han mantenido una comunicación fluida con los promotores: “Han tenido una gran disposición porque les trasladamos y fueron conocedores desde el primer momento, de la problemática que había rodeado a esos edificios en los últimos años. Fueron sensibles a las necesidades inmediatas y en ese sentido la relación ha sido ejemplar. Desde el punto de vista vecinal es importante que den continuidad al proyecto y terminar también con el abandono de ese espacio que se encuentra en el corazón del barrio”.
Hace casi un año se realizó la adquisición y se llevaron a cabo algunos trabajos preliminares, como el cierre de accesos y la expulsión de okupas: “Uno de ellos, que había dicho que se iba a ir, le sacó un machete a unos empleados míos. Yo fui y le dije: ‘Puedo admitir cualquier cosa, pero amenazas, no’”, explica López.
En los patios interiores se había acumulado una capa de basura de dos metros de grosor. “Hubo que entrar allí con máscaras. Un equipo de diez personas estuvo trabajando durante dos meses para sacar todo aquello: bombonas de butano, sillas de bebé, carritos de la compra...”, recuerda. En total, llenaron más de 50 contenedores de basura.
El lado positivo es que los bloques ya tenían licencia de primera ocupación, así que ahora mismo de lo que se trata es de hacer una rehabilitación que promete ser larga, de un año, y que requerirá una inversión de más de dos millones de euros. “Ventanas, tejados, instalaciones nuevas... Son muchas las cosas que hay que hacer”, enumera López. Solo queda esperar por la licencia.