Agua y fuego. Sal y humo. Arena y madera. Y, por supuesto, alcohol y comida. Todos los elementos, tanto mágicos como prosaicos, que hacen de la de San Juan la Noche más memorable del año en A Coruña acudieron a la cita un año más. Se calcula que unas 130.000 personas (20.000 menos que el año pasado) abarrotaron el epicentro de la fiesta, o sea, las tres playas más céntricas: Riazor, Orzán y Matadero). Según las autoridades, ha sido una de las ediciones que más gente ha congregado en los barrios, unas 80.000 personas. Aún así, miles de personas contemplaron en los arenales los fuegos artificiales dieron el pistoletazo de salida.
El día había amanecido ceniciento, como si fuera una premonición. Casi cada metro cuadrado de playa había sido parcelado por jóvenes (sobre todo ellos, aunque en Riazor se veía gente de más edad) que esperaban con paciencia el momento de encender las hogueras. A las cuatro y media de la tarde había delimitadas un total de 409: 189 en Riazor, 211 en el Orzán y nueve en Matadero, según un recuento hecho por este diario.
“No hay conflicto nunca. El que llega antes coge la que mejores vistas tiene y al que llega el último le toca más cerca del mar. Es una autoorganizacion perfecta”, explicó la alcaldesa a las siete de la tarde. Inés Rey sí reconoció algunas discusiones “por el tema de los tamaños”, porque algunas son familias numerosas y otras, monoparentales, hay pandillas grandes y pandillas más pequeñas... ”, ironizó.
Estos grupos de jóvenes se instalaron sin tiendas (el Ayuntamiento dijo que lo impediría y así fue), pero, en algunos casos, con mesas y sillas de plástico sustraídas en las cercanías: aprovecharon que muchos hosteleros se habían confiado y no habían puesto candado al mobiliario de sus terrazas que dan al Paseo Marítimo. Una oportunidad de oro que estos ‘listos’ no desperdiciaron. “Se las han llevado todas”, se quejaba un hostelero que recorría de arriba a abajo el arenal del Orzán. “Esas son nuestras”, protestaba una chica. “¿Cómo van a ser vuestras? ¡Pero si llevan la publicidad de Estrella Galicia! ¡Llama a la Policía!”, respondía el hostelero, harto de todo aquello.
Las mesas y sillas habían volado de todos los locales y las primeras horas del día se habían ido en recuperarlas. La Policía Local intervino en el asunto, aunque también hubo hosteleros que decidieron ponerse manos a la obra: “A mí me han robado quince. Esto pasa todos los años, pero esta vez han volado todas”, comentaba uno de ellos.
Sentados en sillas (robadas o no) o tumbados en la arena, los jóvenes pasaron las horas previas de la manera más plácida posible, ahorrando fuerzas para lo que vendría luego, salvo aquellos que optaban por jugar al voley.
Mientras tanto, los servicios de emergencia comenzaban lentamente a desplegarse bajo las consignas del centro de mando, instalado en la coraza. La Policía Local controlaba el tráfico en calles aledañas, como la avenida de Rubine, y guardias de seguridad de una empresa privada controlaba los accesos a los tres céntricos arenales, al tiempo que el 091 hizo volar sus drones.
Los asistentes estuvieron pendientes de las aguas del Atlántico y de las lluvias. Esta vez, el océano se portó, y no hubo mareas vivas. Ya el día anterior habían tenido que retirar algunos postes y mover algunos marcos, pero nada más, y no fue necesario acortar la noche. A pesar de ello, los Bomberos contaron con lanchas para evitar los impulsivos chapuzones de aquellos que además de un bautismo de agua querían uno de fuego. En cuanto a la lluvia, Aemet y MeteoGalicia anunciaron que no habría, y así fue en una jornada en la que se llegó a los 24 grados.
Los primeros fuegos en encenderse fueron los de las parrillas, para cocinar el churrasco y las sardinas, dependiendo del gusto del consumidor. La mayor parte se encontraban en Riazor, donde el ambiente es más familiar, sea San Juan o no. Hay que decir que, conforme al ambiente latino que imperaba en Riazor, la carne parecía más apetecida que el pescado. Las pilas de hogueras no aparecieron hasta la siete de la tarde. Fue entonces cuando comenzó a repartirse en los accesos la madera limpia de clavos, plásticos y barniz que el Ayuntamiento puso a disposición del público. En total, 120 toneladas.
“Espero pasármelo bien”, comentaban dos amigos de 16 años sobre sus expectativas de San Juan. Era la primera vez que tenían su propia hoguera. “Me encanta la experiencia”, explicó uno de ellos. Otro, que acaba de cumplir 18, resumió las expectativas de todos los jóvenes del Orzán: “Ir con amigos, hacer una hoguera, pasarlo bien”. Y por supuesto, mantener una mente abierta. “Lo que surja”, zanjó un joven de 19