Más pólvora

Pablo Casado ha protagonizado una semana incendiaria. Temiendo el crecimiento de Vx en las encuestas e interpretando erróneamente que no se debe a sus conflictos con Isabel Díaz Ayuso, llegó al Congreso cargado de pólvora y convirtió la sesión de control en un mitin arrabalero.


La estrategia consiste en dar leña a Pedro Sánchez y al Gobierno, con la convicción de que así, no solo se hace popular como la presidenta madrileña, si no que demuestra a la ciudadanía que el PP no es la “derechita cobarde” como les definió Abascal.


Ahora, su objetivo es la vicepresidenta Calviño que cometió el error de afearle la conducta, y que, precisamente, es una de las ministras con mayor peso y respeto. Para ello saca a relucir la compra de un chalet que no ha sido objeto de ninguna inspección fiscal.


En su intento de no dejar títere con cabeza, utilizó la tribuna para denunciar los abusos del ex marido de Monica Oltra, la dirigente valenciana de Compromís (condenado, por cierto, a cinco años de cárcel por el tema) culpándola de una obstrucción a la Justicia tampoco demostrada. Cuando se hacen acusaciones tan graves deben tener fundamento, porque si no el descrédito alcanza a quien las vierte.


De nada sirvió la apelación al sosiego y a la moderación del dirigente gallego Núñez Feijóo, quien instó a Casado, el viernes, a recuperar al votante de centro y el prestigio de la política. Casado, que lleva una semana atacado de los nervios, le contestó desde la misma tribuna que a él no le calla nadie. 


Curiosamente, en Madrid y el mismo día, Ayuso comparecía ante los medios, rodeada de sanitarios, para 

hacer una declaración sorprendente: por primera vez, después de sus airadas protestas por la suspensión de las cenas de Navidad, reconoció algo tan obvio como que la salud y la vida están por encima de la libertad de reunirte con quien quieras.


Estos cambios de guión desconciertan a sus votantes. Pero también a una ciudadanía metida de lleno en la sexta ola del maldito virus, con los contagios disparados, a una semana de la Navidad, suspendiendo cenas familiares e incluso pidiendo prueba de PCR a Papá Noel.


Una vez más, la política en este país, va por un lado y la vida por otro. Las Comunidades, que tienen que luchar en los tribunales cada restricción que proponen, se andan con pies de plomo antes de decretar un cierre adelantado de bares y discotecas.


Mientras, los centros de salud se saturan de gente, supuestamente contagiada o que ha tenido contacto con un enfermo y que esperan en la calle una prueba.


Se sabía que esta variante era mucho más contagiosa pero, una vez más, nos creímos inmunes. El precio lo vamos a pagar en Navidad.

Más pólvora

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