Cuando arrancó la vacunación en España lo hizo a ritmo lento, más que eso, lentísimo. Las dosis llegaban con cuentagotas y eran legión los que querían inmunizarse. Luego se fue estabilizando la llegada de los fármacos y poco a poco, los ciudadanos fueron recibiendo su inyección. Sin embargo, hubo quien ni por esas conseguía su dosis. Por ejemplo, los policías y guardias civiles destinados en Cataluña. Para la Generalitat no era su asunto inmunizarlos, por mucho que la ley así lo dijera y alegaban que vacunar a esas 7.300 personas supondría un importante retraso en el proceso de inoculación de la población en general. Ahora sabemos que la Generalitat ha dejado caducar más de 70.000 vacunas por su inoperancia y falta de rigor. Manda narices.