Revisionismo

La teología es la infantería intelectual de la fe, fuerza de su naturaleza, al igual que los acólitos calvos y sacristanes nonagenarios lo son de su declive. No voy a entrar en el debate del dogma, porque no lo hay bueno, ni razón que lo explique que no termine siendo mala, al ser Dios el mejor de los amos, el más amado de los magos y el más manso de los corderos.

La cuestión es que la fe se ha dejado arrastrar, por la teología, esta por la sociología, esta por la ideología y esta por la demagogia y el populismo, y esos son los dioses y dogmas de nuestros días. En ese clima el Papa ha hecho arena la piedra de su iglesia para penetrar el nicho de mercado del revisionismo, sin reparar que este, fuera del ámbito de la enseñanza y la reflexión, no es sino decadencia. Nada hay más decadente que el perdón pedido con suficiencia. Esa condición la utilizó el Papa para pedírselo a los indígenas mexicanos por los excesos de los ministros de su iglesia, empotrados en los ejércitos castellanos, espada y cruz, pague cada uno por la suya.

La cuestión es que su perdón no solo compromete a su antecesor, sino a su dios y Estado, a los que hace responsables civiles subsidiarios del desmán del dogma. Eso es malo, no; ofende a España, no; es sincero, no lo sé, y eso importa, «imagino que lo mismo que un indígena».

A los indígenas debemos respetarlos como a los dioses que no son y a los dioses tratarlos como a los indígenas que son.

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