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jueves | 25 abril | 2024
El periódico del 22 de agosto de 1996 llevaba a portada la desactivación de la primera bomba que ETA ponía en Galicia y el Trofeo Juan Acuña, que se resolvió en los penaltis a favor del Oporto.
Los artificieros de la Policía Nacional desactivaron ayer por la mañana una bomba que se encontraba situada en las inmediaciones de la escalinata de la iglesia de Santa Susana, en el parque de la Alameda. Según informó en una escueta nota el Gobierno Civil, un comunicante anónimo efectuó en nombre de ETA dos llamadas telefónicas, una a la Comisaría de la ciudad y otra a la centralita de un diario gallego alertando, cuando apenas eran las ocho y diez de la mañana, de que el artefacto explotaría en unos 60 ó 120 minutos. Un jardinero de la brigada municipal encontró el explosivo, en el interior de una fiambrera guardada en una bolsa de plástico y recubierta con cinta adhesiva. Una dotación policial procedió a su retirada en espera de que llegaran los miembros de equipo Tedax, especialistas de la Policía Nacional en materia de explosivos. Uno de ellos desactivó el artefacto después de fotografiarlo infinitas veces.
La directora del instituto de Elviña, Celsa Formoso, trata por todos los medios de que la Consellería de Sanidade dé marcha atrás al proyecto de construcción de un muro a sólo tres metros de la parte posterior del centro de enseñanza. Esta pared de 40 metros de alto por 3,90 de alto impedirá que más de un centenar de alumnos puedan disfrutar de luz solar durante las clases, ya que tapará seis aulas del sótano y, parcialmente, otras tantas del primer piso. Las obras de apuntalamiento de la muralla comenzaron ayer.
"Se pusieron a beberse las botellas que me habían robado delante de la puerta", señala con indignación Laureano Beiras, propietario de una cafetería en la calle del Orzán. Los comerciantes y vecinos e la antigua vía coruñesa, que corre paralela a San Andrés, se sienten abandonados por el Ayuntamiento y los cuerpos de seguridad locales. Según aseguran, grupos de jóvenes de 28 a 20 años atemorizan al barrio con tráfico de drogas, reuniones nocturnas que se prolongan hasta la madrugada y robos en buena parte de los comercios de la zona que, consideran, es "el patio trasero" del centro.
Dicen que la distancia es el olvido, pero un siglo ha transcurrido desde que Juan Darriba Fernández murió héroe y todavía hoy es venerado como tal en su eterno descanso de San Amaro. Darriba apostó su vida contra el oleaje del Orzán un 9 de agosto de 1896. Y perdió. El reloj marcaba las siete de la mañana cuando el pequeño, de once años de edad, oyó sonoros gritos de auxilio procedentes de la llamada cala del Caramanchón, sita tras el instituto Eusebio da Guarda. Mar adentro se ahogaba Josefa Fernández, de treinta años, y los chillidos los proferían desde la orilla sus compañeras de baño. Juan se lanzó al rescate cuando la cabeza de Josefa apenas se divisaba. Dio con ella, la asió por un brazo y la sacó a flote por un momento. Pero la mujer, histérica, tiró con fuerza del crío que, no pudiendo contrarrestar el peso, se hundió. Y con él Josefa. La tragedia cobraba carácter doble cuando fue alertado Antonio González Bautista, que se disponía a bañarse en las cercanías. Los trasladó hasta la orilla. A Josefa, de profesión criada, la llevaron a casa de sus amos y horas después se recuperó satisfactoriamente, como lo hizo el salvador Antonio González. El pequeño héroe fue la víctima, la única víctima.
El juego que el Deportivo desarrolló durante la primera parte fue de lo mejor de toda la pretemporada. Sólo faltaron los goles, como recompensa a los dibujos realizados sobre Riazor por los futbolistas creadores que hay en este equipo, entre los que lució Martíns. El partido finalizó con un empate 1-1 y con un mal gesto por parte del entrenador del Oporto, que retiró a su equipo.
