Sigue la travesía accidentada y los encuentros con la flota inglesa

Sigue la travesía accidentada y los encuentros con la flota inglesa
Encuentro naval en 1588. Canal de la Mancha, marinas española e inglesa

Sigue el relato en donde lo habíamos dejado anteriormente en el último día de julio, en una travesía muy accidentada por el temporal reinante en la mar y los encuentros con la flota inglesa.


A la mañana siguiente, los ingleses por medio de sus barcos “Triunfo” y “Victoria” se hacen con la nave española que manda Pedro Valdés, quedando éste preso de los ingleses y siendo canjeado más tarde por otro preso ilustre inglés en Flandes. Ese mismo día, lunes primero de agosto, el duque de Medina Sidonia, ordena a Alonso de Leiva, que pase con la vanguardia a unirse a la retaguardia en un cuerpo formado por tres galeazas y los galeones “San Mateo”, “San Luis”, “Santiago” y “Florencia”, el cual iba en la escuadra de Portugal, siendo en total 40 navíos de los mayores de la armada para hacer frente al enemigo. Navegando la flota, estaba dividida en dos cuerpos, mientras tanto se esperaba que el duque de Parma aportase a esta armada sus 40 filipotes ó filibotes, naves de fácil maniobra y pequeñas para atacar a la flota inglesa.


Esta jornada será otra en que la armada del rey Felipe, vea las caras con la inglesa, de modo que Bertendona, con su nave capitana, acomete a la inglesa para envestirla y se acerca a ella en cuanto puede.


Esta le da la popa saliendo al mar, abordándola el marqués de Peñafiel, con el galeón “San Marcos”; Agustín Mejía, con el “San Felipe”; Diego Pacheco, con la capitana de Oquendo; Diego Téllez Enríquez con la nave “San Juan” de Sicilia, la cual navegó hasta salir el sol al día siguiente. Acometieron contra los ingleses también, Gaspar de Sousa, con el galeón de “Florencia”; Antonio Pereira, con el “Santiago”; Diego Enríquez, con “San Juan”; Alonso de Luzón, con la “Salcuzera”, nao veneciana y las galeazas que se hallaban de vanguardia, se apartaron mucho hacia tierra a causa de la corriente, siendo ordenadas que a fuerza de vela y remo se mezclasen con el enemigo y con su nave Real, volviendo a la batalla con algunos bajeles de la retaguardia procurando abordar al enemigo con ansia de lucha.


Maniobras

Cuando esto parecía cerca, los barcos ingleses maniobran y cercan a la Real del duque de Medina Sidonia, la cual tiene que ser socorrida por Alonso de Leiva, en medio de la batalla, atacando los ingleses por la retaguardia.


El 2 de agosto, con la salida del sol, aparece la flota inglesa y abren fuego contra la nave almirante de España, pero al maniobrar la armada de Felipe II, en medio del combate y viendo los ingleses que se disponía a hacer frente en formación de media luna, estos deciden regresar a sus puertos.


El 2 de agosto, con la salida del sol, aparece la flota inglesa y abren fuego contra la nave almirante de España, pero la armada de Felipe II decide regresar a sus puertos


El 6 de agosto aparecen las dos armadas, una cerca de la otra, y sin abrir fuego. A la noche siguiente se juntan a la flota inglesa 36 navíos con tres galeones de Juan Aguines


El día 4, la armada inglesa carga de nuevo contra la española y lo hacen sobre la urca “Santa Ana” y el galeón de Portugal, a los que tiene que socorrer Alonso de Leiva, Diego Téllez Enríquez y las galeras. Lo hacen con tanta determinación que los ingleses dejan aquellas presas y acaban por atacar a la Real del duque de Medina Sidonia, a la cual le parten el trinquete y causa la muerte de algunos marineros y tropa. Irán en su auxilio Agustín Mejía, Recalde, Oquendo, Diego Enríquez y otros barcos, logrando que los ingleses no se hiciesen con aquella valiosa nave, pero quedando esta en muy malas condiciones, sacándola a remolque de 11 barcas esquiladas y retirando de ella el estandarte y la artillería.


Más tarde se levanta un viento fuerte, que hace separar ambas armadas, siguiendo la española adentrándose en el Canal de la Mancha y la inglesa regresa a su base. Este día es cuando el duque de Medina Sidonia despacha un oficio al duque de Parma para que ponga a su servicio los 40 filipotes para atacar a los ingleses, lo que le aseguraría una posible victoria en la mar contra su enemigo.


Asimismo le pedía que le enviase munición de diez libras y de 46, debido a la cantidad gastada en tantos días de combate. También es cuando da el mando de la escuadra de Pedro Valdés, preso por los ingleses, a Diego Enríquez. Al día siguiente, 5 de agosto, con la mar en calma y las dos armadas a la vista, se despacha al piloto Domingo Ochoa a pedir al duque de Parma los filipotes, pero este no queda en nada, solo en buenas palabras.


El 6 de agosto

En la mañana del sábado 6 de agosto aparecen las dos armadas, una cerca de la otra, sin abrir fuego, al tener la flota de Felipe II el viento a favor y su retaguardia bien recogida, arribando a la costa de Calé sobre las cuatro de la tarde, siendo informado que allí era peligroso el fondear los barcos debido a las corrientes y quedando a las seis de la tarde la flota fondeada, a siete leguas de Dunkerke, donde espera el duque de Medina Sidonia al de Parma. Este último no se moverá de sus dominios, excusándose de que los avisos recibidos “eran falsos”. El secretario del duque de Medina Sidonia se traslada a Brujas y el de Parma siguió en sus trece y no se movió.


A la noche siguiente se juntan a la flota inglesa 36 navíos con tres galeones de Juan Aguines, que estaba a la vista de Dunkerke, acercándose todos los barcos ingleses hasta una legua de la armada del rey Felipe. A la mañana siguiente, el duque de Medina Sidonia recibe el consejo de que abandone ese fondeadero por lo peligroso que resulta para su escuadra, si no quiere perderla por la fuerza de la corriente, enviando el duque de Medina Sidonia a Calé a comprar municiones, por medio del pagador Juan de la Huerta y al proveedor Bartolomé de Pedrosa.


Esa mañana se acerca a la flota española una escuadra inglesa compuesta de 26 navíos, dando el duque la orden de alerta. A media noche, ocho de aquellos barcos se dirigen a toda vela y con la corriente a favor hacia los barcos de la armada española envueltos en llamas, haciendo que la flota leve anclas a toda prisa para salir del fondeadero a mar abierto. La galeaza capitana y la nao “San Juan” de Sicilia se apartan de aquel filipote incendiado y ninguno resulta dañado. 

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