Galgos o podencos

La monarquía es una melancolía que debilita y ofende la fraternal relación de los hombres, puesto que  la sana redacción del contrato social no admite diferencias que vayan más allá de las meras capacidades de los firmantes.
Sin embargo, sería absurdo pensar que la república no lo es, y menos presentada como bálsamo de fierabrás que todo lo cura. Qué decir si tomamos como referencia la Segunda, esa esperanza no consumada que nació al calor de un tiempo en el cual las ideologías eran la esperanza del hombre en los hombres y en un mañana más justo y solidario. Gozaban estas, en ese tiempo de prestigio, de reconocimiento y de entendimiento más profundos y elaborados. Se creía en lo que se decía y se decía para plasmarlo en la realidad y no la virtual realidad de hoy.
No veo, además, a los Giner de los Ríos, a la élite de intelectuales y artistas implicados en ella, lejos, claro, de esa perruna militancia en favor de la subvención o la dádiva que hoy lo pudre todo.
Poner el grito en el cielo por una institución más en un país en el que cada millón de habitantes cuenta con un gobierno, un parlamento y un duplicado de las instituciones, se antoja infantil.
Y si lo hacemos por su carácter hereditario habría que preguntarse: ¿no piden acaso los nacionalista derechos en atención a herencia, sangre y costumbres?
República y monarquía no son sino formas y nosotros necesitamos ideas capaces de dotar de sentido y equilibrio a nuestro acuerdo de convivencia.

Galgos o podencos

Te puede interesar