Ya han pasado más de cien días desde las últimas elecciones municipales, pero la impresión general es de que estas han sido todavía el pasado fin de semana. Unas elecciones que arrojaron un mapa político y fracturado como nunca, con gobiernos en minoría en una buena parte de los ayuntamientos gallegos. Se esperaban cuatro años complicados, en donde tener buena cintura y saber estar iba a ser importante para poder sacar adelante proyectos que ayudasen a la ciudadanía. Negociar y pactar se iban a convertir en dos verbos que se necesitaba aprender a conjugar adecuadamente.
Han pasado cien días y con el panorama que tenemos delante podrían pasar cien años que pocas cosas iban a cambiar. Unos y otros se acusan, se amenazan y se echan en cara agravios reales o imaginarios. Ha habido tiempo para algunas operaciones de maquillaje y estética, pero los grandes problemas de muchas de las ciudades siguen sobre la mesa sin que lleguen soluciones. Entonces llega el momento de recriminarse unos a otros las actuaciones.
Me sorprende ver las declaraciones por ejemplo del alcalde de A Coruña, Xulio Ferreiro, diciéndole al PSOE que si quiere gobernar que primero gane unas elecciones. Repaso los resultados por si algo se me había pasado y encuentro que el señor Ferreiro tampoco ha ganado y que su partido representa al 30 por ciento de los votos.
Y mejor que no hablemos del esperpento en el que se ha convertido la Diputación de Lugo. En su primer pleno la abstención del alcalde rebelde de Becerreá, el socialista Manuel Martínez aupaba al PP a la Presidencia. Luego las cosas entre el BNG y el PSOE se arreglaron lo suficiente como para presentar una moción de censura y recuperar el bastón de mando. Algo que solo les duró 24 horas y ahora están peleándose por ver cómo se reparten un gobierno en el que están obligados a soportarse ante la imposibilidad de presentar una nueva moción de censura.
Son solo un par de ejemplos, pero significativos, de la falta de auténtica política en estos días. Pocos son los que están dispuestos a ceder pensando en la gobernabilidad. Lo que interesa es imponer en el caso de los que gobiernan y en entorpecer en los que están en la oposición. Una política de hooligans que vitorean a propios y abuchean a los contrarios sin parar a analizar los discursos. Y por este camino mal vamos.