Drogas atómicas

Tenemos Rajoy para rato. Él mismo se rió del resultado de su meditación. Om. Parecía un juego de palabras tratando de hacer un chiste malo, pero no lo era; lo había visto mientras permanecía en trance. Una toalla anudada a la cintura era toda su vestimenta. Estaba sentado sobre un cojín, con las piernas cruzadas al estilo de los indios. La habitación olía a incienso. Realmente apestaba a incienso. No podía ser de otra forma cuando siete barritas, distribuidas por tan pocos metros cuadrados, se consumían al mismo tiempo.  
El incienso y las drogas habían sido sus mejores amigos durante la loca etapa india de su juventud. Seguía fiel al incienso, pero a los estupefacientes los había traicionado, al menos a los que consumía en compañía de su gurú. Ahora se limitaba a los porros. Su evolución intelectual había corrido en paralelo a la moderación con las drogas. Desde la izquierda radical con la que se identificaba cuando se bañaba a diario en el Ganges, había ido moviéndose hacia la derecha, hasta merecer ahora, según la opinión de muchos, el calificativo de reaccionario. Lo mismo había sucedido con su adicción a las sustancias alucinógenas; partiendo de aquellos productos de efectos brutales que consumía había a llegado a ser un fumador en exclusiva de marihuana.
No había duda de que sus neuronas estaban muy dañadas, pero seguía publicando libros y escribiendo artículos periodísticos. Su capacidad sexual también permanecía intacta y había vuelto a ser padre hacía solo tres meses, el día en el que cumplía 71 años. Era el sexto hijo y todos ellos los había tenido con mujeres diferentes. Él atribuía su capacidad para engendrar –tanto la intelectual como la física– al control que tenía sobre su mente gracias a las enseñanzas de su maestro indio. El llanto del bebé acabó con la somnolencia que arrastraba desde el rato que había estado en trance.
Necesitaba razonar, buscar una explicación lógica a la visión que había tenido de un Rajoy casi inmortal. No le fue difícil. Su habilidad para fabular estaba efectivamente intacta: La longevidad de Fraga fue el resultado de su baño en Palomares. De hecho las siglas AP no significaban Alianza Popular, sino Atomic Product. El efecto de la visita de Rajoy a Fukushima será similar. Vivirá al menos hasta los 90 años.

Drogas atómicas

Te puede interesar