Carreras

Lo ocurrido en Carral no es un hecho aislado ni producto de una fatalidad inevitable. Se trata de la consecuencia lógica de la caótica organización de un evento de alto riesgo en el que se minimiza el peligro, se banaliza la integridad e incluso la vida de las personas y los accidentes con víctimas pasan a formar parte del espectáculo. 
En realidad no es muy diferente a lo que pasa cada verano en los múltiples encierros con toros en los pueblos de la geografía española. 
Como dice la canción mejicana (En Guanajuato)…, la vida no vale nada. Pero ante una tragedia con siete muertes no se puede permanecer impasible, y ahora todo el mundo comprende que las medidas de seguridad en los rallys deben extremarse, apartando al público de la orilla de la carretera, dejando franjas de seguridad, estableciendo barreras y dotando de personal de vigilancia el recorrido de la prueba. La pregunta es obligada: ¿de verdad nadie se dio cuenta del alto riesgo para la vida de los espectadores hasta que ocurrió este accidente?

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