Ditirambo ministerial

Tenemos nuevo Gobierno y en él un ramillete de inmaculadas prímulas ministeriales a las que contemplar sin otro recelo o antipatía que la infantil desazón que produce su elección entre todos esos que también somos nosotros. Lejos de esa leve inquina, nada nos impide dedicar divinas palabras a ese selecto plantel de párvulos aún desaconsejados. 
Han celebrado uno cuajado de inocencia, en él no se cruzaron consejos sino amistosos saludos, risas, abrazos y sinceras promesas de fidelidad. Ya vendrán esos otros sin tregua en el que los de cartera bicéfala y hasta tricéfala harán girar sus muchas cabezas y sensibilidades para reclamar mayores partidas presupuestarias. 
En esos momentos de dura pugna ya no se nos antojarán tiernos, ni se enternecerán con sus actos nuestros entendimientos, muy al contrario, los visualizaremos en su verdadera salsa a la que, para colmo, sazonaremos con la frustración de no haber defraudado nuestras expectativas y exigencias. En ese tiempo, el de Fomento será un mal bache, el de Sanidad; y esta, una lista de espera, la de la Justicia; y esta, un Deporte, el de la Educación; y esta un Interior, el de Cultura frente a Defensa, y esta, una Igualdad sin Empleo ni Bienestar Social… 
En fin, que no les cabrá una buena palabra. Por eso me apresuro a felicitarlos por su acceso a un nuevo porvenir, el público, y contarles lo bien que luce a la orilla esta primavera que se dilata otoñal en el corazón del invierno.

 

Ditirambo ministerial

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