El arma de la desinformación

Verdaderamente estamos viviendo tiempos “abracadabrantes” con tal naturalidad que ya ni me sorprende. La situación no puede ser más catastrófica en lo sanitario con más de 60.000 muertos a consecuencia del Covid según el Instituto Nacional de Estadística, en lo económico con un país quebrado a la espera de un rescate europeo de ciento cuarenta mil millones de euros que ya veremos como se utilizan y para qué, en lo social volvemos a las colas del hambre y a un paro que llegará al 20% en los próximos meses.

En definitiva, un panorama poco o nada halagüeño que cargará nuestras mochilas para hacernos más difícil el camino hacia una recuperación que no se espera rápida ni mucho menos, es más, estamos cargando de deudas el futuro de nuestros hijos y nietos con una indolencia impropia e irresponsable.

Y, así las cosas, el debate orientado desde Moncloa se centra en si el emérito debe regresar a España o no, en el pazo de Meirás o si un militar jubilado dice una tontería en un chat privado que los medios adictos a Sanchez tratan de engordar como si de un 23 de febrero se tratara. Mientras, el secretario general del partido comunista de España declara que se piensa si “fusilar a la familia real o no” y lo hace como diputado de Podemos, partido que está gobernando nuestra nación y eso sí es preocupante.

O cuando una alcaldesa del Psoe y presidenta de los socialistas catalanes es detenida y acusada de malversación de fondos públicos o también cuando aún no se sustanciaron las sentencias de los Eres de Andalucía ni se recuperó ni un euro de los cientos de millones dilapidados en ese oscuro asunto. Tampoco la distribución indiscriminada de inmigrantes ilegales que desde Canarias vuelan hacia ciudades de toda España sin que nadie sepa ni controle su tránsito, el apoyo de Zapatero al dictador Maduro tampoco merece la atención del gobierno. Podría seguir poniendo ejemplos, pero ustedes ya me entienden. Conocerán ustedes al pequeño Goebbels, aquel fascista que llevaba la estrategia de comunicación de Hitler y que se dedicaba a edulcorar el régimen del partido Nacional Socialista manipulando la información y moldeando los hechos a su antojo.

Pues bien, este hombre que contribuyó al desastre de la segunda guerra mundial parece que tiene seguidores en la actualidad. Goebbels dejó escrito: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además tienen gran facilidad para olvidar”. La lucha está pues, entre la información y la desinformación y desde esta última es más fácil modular y modelar nuestro pensamiento como sociedad.

Muchos medios de comunicación no son libres y actúan al dictado de quien les paga, su objetivo no es informar si no disfrazar la verdad para mayor gloria de sus líderes. Moncloa tiene su “pequeño Goebbels”, un mercenario de la desinformación que antes trabajó para el PP con Monago en Extremadura y en Cataluña para Albiol, pero que encontró mejor postor en Sánchez y a su servicio se entrega con plena dedicación. Hemos de ser los ciudadanos los que separemos el polvo de la paja y elijamos bien el como y el dónde nos informamos. Y no olviden a Joseph Goebbells: “Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores y hacer que nuestros simpatizantes se lo repitan en todo momento”.

El arma de la desinformación

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