La importancia del nombre

Nunca supo por qué su padre había decidido que se llamase Longinos, como el legionario romano que traspasó el costado de Cristo con su lanza para comprobar si estaba muerto y que después se convirtió al cristianismo, abandonó el ejército y acabó siendo santo. Jamás pudo preguntarle a su padre la causa de su elección porque lo dejó huérfano a los 18 meses y por entonces la única preocupación de Longinos era que su madre supiese distinguir si su llanto se debía a que tenía hambre o a que había ensuciado el pañal.
La obsesión por el motivo de su nombre empezó años después. Primero pensó que tal vez su padre fuese un hombre religioso, pero cuando indagó un poco supo que no era así. Su padre había muerto efectivamente en el atrio de una iglesia, pero al caerse desde el campanario de la parroquia donde acababa de robar las limosnas del cepillo. Por una noche de lujuria con Zulema bien valía arriesgarse a la condenación eterna. Y el verdín de la torre del templo lo envió de cabeza al infierno, dejándolo sin catar a Zulema, la mora de tez clarita que una semana después de haber llegado desde Tánger ya era la reina del club Siete Velos.
Descartada que la religiosidad estuviese en el origen de su nombre, cambió la dirección de sus pesquisas. Sabía que “Tres lanceros bengalíes” era la película preferida de su padre, que durante cinco años había sido el chófer del camión de un cine de verano. Quizá al llamarle como al lancero más famoso de la Historia quería homenajear a los actores del filme. Pero si se tratase de rendirles tributo, quizá sería más lógico bautizarlo con el nombre del protagonista (Gary Cooper), aunque fuese anteponiéndole un José: José Gary. El empresario del cine de verano echó por tierra su teoría: El star system no era lo de tu padre. Pero si a Errol Flynn le llamaba Humphrey Bogart, y a James Stewart, John Wayne...
Vuelta a empezar. Esta vez el deporte fue el hilo conductor de la investigación. Tal vez su padre soñase con que tener un hijo futbolista, que jugase en punta de lanza. El dueño del Siete Velos lo desengañó en esta ocasión. Tu padre no tenía ni idea de fútbol. Lo invité al Teresa Herrera el año que lo jugó Pelé y en el descanso del partido me dijo: ¡Vaya paradones hizo Pelé! ¿Cómo, qué paradones? Sí, claro, ¿Pelé no es el portero de los que van de blanco? Ese era tu padre
Su madre era ya su única esperanza. Nunca se había atrevido a preguntárselo porque no era una mujer de trato fácil. ¡Anda que te preocupas por unas cosas! Así te ha ido en la vida... Estudiaste Derecho y nunca ejerciste como abogado. Cuando te metiste en política, no ganaste ni unas elecciones. Entraste en el negocio de la construcción y arruinaste cuatro empresas. Llevaste a la quiebra un club de fútbol... ¿Sigo? ¿Qué más da por qué te llamas Longinos? El nombre de una persona es lo de menos. Pero, por cierto, no se lo pongas a tu hijo, no vaya a ser que siga tus pasos, como ya ha ocurrido en otros casos.

La importancia del nombre

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