La activista paquistaní ganadora del premio Nobel de la Paz, Malala Youstafani, ha hecho estos días un llamamiento a la comunidad internacional para que no se olvide de las niñas secuestradas por Boko Haram hace ya más de trescientos días. En aquel primer momento las muestras de apoyo y solidaridad llegaron desde todas las esquinas del mundo, con campaña de fotos incluida, pero con pocas medidas efectivas. Con el paso de los días se fue olvidando esta tragedia y ya nadie parece acordarse de unas niñas que fueron arrancadas de sus familias y de las que no se sabe nada. No son ni el primer ni el último caso de olvido.
Tampoco parece nadie acordarse ya de la epidemia de ébola en África, en donde, a pesar de que todo parecía indicar que el brote de esta enfermedad mortal estaba remitiendo, el último informe de la Organización Mundial de la Salud viene a traer sombras sobre una infección que lleva trece meses generando miles de afectados y muertos. Y como este muchos otros casos de solidaridad internacional, que tras unos primeros días que llenan las portadas y titulares de todo el mundo, poco a poco van cayendo en el olvido.
Ahora lo que nos preocupa y mucho es lo que va a pasar en Ucrania y Grecia. Lo primero para ver si se logra evitar un conflicto bélico por causa de los separatistas prorrusos. Lo segundo por comprobar si Tsipras y Varoufakis logran sacar al país heleno del atolladero económico en el que se encuentra o si acaban por hundir a Grecia aun más y de paso romper la unidad del euro. Y todo esto a falta de que se pueda producir un terrible terremoto en India, un huracán que arrase Haití o un volcán que erupcione en Islandia y colapse el tráfico aéreo de toda Europa.
El mundo en el que vivimos es muy grande. Tan enorme y extenso que no nos damos cuenta de su magnitud. Las distancias cada vez son más cortas, porque los nuevos medios de comunicación, las redes sociales y las nuevas tecnologías nos sirven para conocer en cuestión de minutos lo que sucede en la otra punta del mundo. Es tal la información que nos llega a cada instante que es imposible mantener el foco en todas ellas hasta su resolución. La inmediatez manda. Lo nuevo se impone con crueldad a veces. Por eso no está de más actos como los de Malala, que nos recuerden que hay cosas por resolver, aunque estas ya no ocupen las portadas de los diarios.