Más-cara

De repente nos hemos dado cuenta de que el mito ha estallado en mil pedazos y que estamos solos. Algunos aprovecharon o Entroido para disfrazarse, comer juntos un cocido; otros para recogerse en las puertas de la cuaresma y rezar. A unos y a otros nos une la soledad de un tiempo sin líderes y sin mitología que echarse a la boca. Todos tenemos nuestras propias curas en estos tiempos de nihilismo.

Ahora, cuando el centro ilustrado se deteriora a pasos de gigante durante mucho tiempo estuvo en el carnaval de la abundancia, disfrazado de altivos sueños despreocupado de cualquier iniciativa política. Así, entre “de repente” “ahora” y más adverbios, todo se nos ha vuelto viejo. Locales disfrazados de papeles viejos, imitando el signo de los tiempos esperando a que se caigan o ser comprados por algún oportunista para seguir la rueda del amontonamiento de dinero y tener una gloria llena de oro y miseria.

Nos arreglaremos en estos tiempos con cigarróns, peliqueiros, felos, zarramanculleiros, chocallóns y otros disfraces para despistar a la usura y la política que solo quiere salir en la tele y disfrazar las palabras de contenidos que no entendemos pero que sí adivinamos vacíos. Ellos han emprendido un Entroido lingüístico hace tiempo, lo público es privado, lo privado público, todos son demócratas, a la negociación le llaman imposición, al negocio le llaman ruleta, a la igualdad le llaman promesa, impútame tú para ponerme yo.

Nuestra “élite” disfrazada de “pueblo” tiene un lenguaje chusco nada admirable, incluso nada atractivo para “engañar” a los confiados ciudadanos; tenemos los dirigentes que nos merecemos en un ambiente cada vez más relajado e ignorante. Vemos que ya ni se esfuerzan por agradar al pueblo.

¿Tendrá razón Ortega al afirmar que cuando en una nación la masa se niega a ser masa –esto es, a seguir a la minoría directora–, la nación se desmembra y sobreviene el caos social, la invertebración histórica? Pero esta generación de “élite” ¿se merece que la siga alguien? Si no saber nuestro límite es complicado, en un político es peligroso para los demás. Toda esta “élite” mediocre solo hace aplastar lo que de excepcional hay en nosotros, excepcional y únicos.

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