Dar lo que se debe

La conocida frase de “dar a cada uno lo suyo” es tan socorrida como necesitada de tener un contenido real. De lo contrario, queda reducida a un enunciado meramente teórico o a un principio puramente formal.
El problema no es, pues, “dar a cada uno lo suyo”, sino saber y conocer, previamente, tanto lógica como cronológicamente, qué es lo suyo para saber lo que estamos obligados a dar.
En “dar a cada uno lo suyo” puede consistir la justicia pero esa frase no nos dice lo que es la justicia o, lo que es lo mismo, lo que corresponde a cada uno.
La dificultad de definir la Justicia reside en que, por tratarse de un sentimiento, es sentida y, como tal, indefinible.
Si, como dice Max Scheler, “las cosas se perciben, los conceptos se piensan y los valores se sienten”, la Justicia, como valor social por excelencia, no es un bien tangible que pueda contarse, medirse o pesarse; es un valor o, mejor, una virtud que, como decían los juristas romanos, es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho.
Esa virtud de dar a cada uno lo suyo, que es propia de toda relación bilateral o social no puede ser fijada o establecida subjetivamente por los interesados, pues es obvio que nadie es buen juez en propia causa ni nadie debe ser, a la vez, juez y parte.
Lo “suyo”, es decir, lo que a cada uno corresponde debe establecerse por una instancia superior a los interesados, previamente consensuada, y que lo fije y determine con carácter obligatorio.
Lo suyo debe responder a un criterio objetivo que se imponga a la voluntad subjetiva de las partes. Sólo así, la justicia prevalecerá como un valor determinado como bien común por la sociedad.
Ante la dificultad de definir, tanto formal como materialmente, el valor de la justicia, los propios juristas romanos, por boca del jurisconsulto Celso, tuvieron que recurrir a principios éticos y morales, es decir, suprajurídicos o metalegales para definirla como “el arte de lo bueno y equitativo”.
En definitiva, la justicia no se identifica con la ley, pues esta puede ser justa o injusta; pero, sin embargo, es la ley la que debe establecer lo que se ha de tener por justo e injusto, siguiendo, en este caso, a Montesquieu, según el cual, “una cosa no es justa por el hecho de ser ley. Debe ser ley porque es justa”.
Que la justicia deba ser refrendada por el derecho, lo subraya Aristóteles diciendo que, “la justicia es una necesidad social porque el derecho es la regla de vida para la asociación política y la decisión de lo justo es lo que constituye el derecho”.
Para el Mahatma Gandhi, líder de la desobediencia civil no violenta, “cuando una ley es injusta lo correcto es desobedecerla”.
En suma y como dijimos anteriormente, la justicia es el valor determinado por la sociedad como bien común.

 

Dar lo que se debe

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