La Gran Coruña

Afortunadamente, los coruñeses no necesitamos que nadie nos descubra lo grande que es A Coruña ni que la Gran Coruña es el futuro. Más que un concepto o un proyecto, un escenario tangible e incipiente. El área metropolitana es ya una realidad en la que todos estamos inmersos. Coincidimos en la conveniencia –en la necesidad, diría– de que los 400.000 coruñeses que compartimos destino nos entendamos.
La Gran Coruña nació hace ya muchos años por parto natural y espontáneo. Ya respira, gatea, balbucea y, en consecuencia, lo que toca ahora es alimentarla, cuidarla para que crezca sana. Por eso rechazamos el absurdo de empezar la casa por el tejado. Lo que el Gobierno local llevó el jueves al Pleno es, punto por punto, coma por coma, la declaración de María Pita de 2016, para gloria de la Marea Atlántica.
Aunque el Partido Socialista se cuidó mucho de incurrir en comparaciones y esquivó los detalles, el punto de partida es el mismo que intentó sin éxito hace tres años Xulio Ferreiro. Aquel arrebato presuntuoso proponía un aparato político colosal, con 51 escaños –20 más que Diputación–, una presidencia, una vicepresidencia, una junta de gobierno, una mesa de alcaldes, abundancia de comisiones y, tirando por lo bajo, una gerencia profesional. Un “chiringuito” de aúpa.
Una ambición de mozalbete que acabó en nada. No contó con el apoyo del Partido Popular ni con el de los socialistas ¿Por qué hace tres años el PSOE dijo no y ahora sí? No me pidan respuesta; yo tampoco lo sé. Tengo indicios. Recelos. Sospecho que en menos de cuatro meses el Gobierno de Inés Rey se ha convertido ya en una marioneta cuyos hilos son manejados por la Marea Atlántica. Hemos pasado de puntillas, sin grandes alborotos, del blanqueo al abrillantamiento. Dar cera, pulir cera.
No nos gusta este planteamiento. No creemos que ninguno de los alcaldes del área, mucho menos la de A Coruña, necesiten tutelas. Ni mamá Xunta ni papá Estado. No necesitamos levantar muros ni dibujar fronteras. Precisamos de acuerdos, servicios intermunicipales y sentido común, del que no se vende en grandes superficies ni establecimientos especializados. No es lo mismo decidir, pongamos por ejemplo, sobre el transporte de viajeros que sobre el tratamiento   de las basuras.
Miremos ahí fuera y veamos qué es lo que funciona. Vigo ha fracasado. Barcelona también. Inspirémonos en modelos de éxito como Bilbao, Málaga u Oporto, ciudades donde el sistema funciona por la vía práctica y las pautas de la coherencia sin necesidad de ninguna ley. La Gran Coruña será de todos o no será. Liderada, por supuesto, por el músculo urbano de la ciudad, pero construida con todas las manos de todos los municipios.
El PP está donde siempre: fiel a sus principios, preparado para aportar cuando nos llamen. Trabajemos pues con sentido común. Primero definamos quiénes debemos ser y hasta dónde llega el área. Después, que servicios compartimos y si debemos estar todos en todo. 
Y una vez definido quiénes somos y para qué estamos, ya escogeremos con qué herramientas trabajamos. Si se necesita o no una ley lo dirá ese trabajo. No empecemos la casa por el tejado. 

La Gran Coruña

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