La moraleja de la lección de Vázquez

Paco Vázquez, el coruñesismo hecho hombre, es un tipo preparado. Sabe dabondo y no se cansa de aprender. Hay incluso quien lo compara con un personaje del Renacimiento, aunque también es verdad que hay quien piensa que sus ideas son de antes del Renacimiento. Esa insaciable disposición a aprender se refleja en lo bien que aprovechó su etapa de embajador cerca de la Santa Sede. Allí conoció la táctica canónica de lanzar una idea desde el púlpito para que el auditorio medite sobre ella y extraiga sus conclusiones. El exalcalde asimiló esa estrategia y ha adquirido una destreza ejemplar en su manejo, aunque también es verdad que a veces se deja llevar por la santa ira y da la impresión de que blande la espada flamígera contra los pecadores. Eso es lo que ha hecho al calificar de “vergüenza” la decisión de retirar a Fraga el título de Hijo Adoptivo de A Coruña. Que cada uno saque la conclusión que le parezca más axeitada, que en eso consiste el libre albedrío.

La moraleja de la lección de Vázquez

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