Su familia siempre había sido práctica. De su bisabuelo, cacique de una comarca de la montaña de Lugo, contaban que era la encarnación del pragmatismo. Incluso había quien aseguraba que los padres de esa doctrina filosófica habían tomado su vida como modelo para formularla. Quizá fuese una exageración, pero todos sus actos se basaban en la utilidad.
Esa preocupación por las consecuencias le sirvió, por ejemplo, para disuadir a los vecinos de una aldea que le habían pedido que intercediese ante el presidente de la Diputación para que el tendido eléctrico llegase hasta sus casas. ¡Luz eléctrica! ¿Queréis luz eléctrica? Vosotros no sabéis el peligro al que exponéis. Si tenéis luz, los chavales se quedarán por la noche leyendo eso que llaman novelas y a ver quién los despierta por la mañana para que ordeñen las vacas o para que las lleven a pastar. La comisión vecinal abandonó su casa agradecidísima de haberse librado de semejante riesgo.
Le habían contado tantas genialidades protagonizadas por su bisabuelo que estaba seguro de que en cuanto tuviese que tomar una decisión importante sabría hacerlo. Pero cuando llegó la hora de matricularse en la universidad se dio cuenta de que estaba equivocado. Era incapaz de elegir una carrera. Su padre le recomendó que estudiase Derecho e hiciese unas oposiciones o Medicina y abriese una consulta en Santiago. Su abuelo, aún más práctico, le aconsejó que abriese un bar o una casa de putas, porque, por mucha crisis que hubiese, ambos negocios tendrían siempre clientela fija. Su madre, dada a los rezos desde su infancia en un colegio de monjas y que se había vuelto aún más pía a la vista de lo que tenía en casa, le animó a hacerse cura. Con lo que vales, llegarás por lo menos a obispo de Mondoñedo, le decía tratando de convencerlo.
Acabó estudiando Económicas y afiliándose a un partido troskista para vergüenza de su familia. Una beca de la Diputación de Lugo, concedida en agradecimiento a lo que había sido su bisabuelo, lo llevó hasta Yale, donde se doctoró en Productos Financieros. Allí se dio cuenta del valor del pragmatismo e inició su evolución ideológica. De vuelta a casa, hecho ya un hombre de derechas, recuperó la estima familiar e inició una carrera política, que podría culminar con su entrada en el Gobierno en cuanto Rajoy se decida a acabar con el despilfarro actual.