Pero qué frágiles de memoria son la mayoría de los políticos. El inefable Rajoy es fragilísimo. Le debe todo cuanto es en política al expresidente Aznar, pero ha preferido quedarse al margen a la hora de reclamar a don José María para actuar en la campaña para las europeas. Y eso, habida cuenta de que fue el dedazo de Aznar el que lo puso en el camino de la presidencia. Al final, don José María decidió participar en un acto con Cañete, pero sólo por amistad con el candidato popular. Y lo hizo en la precampaña, después de quejarse amargamente porque el aparato del partido no le había llamado expresamente para participar.
Los peperosquisieron rectificar, pero ya era tarde y sólo han conseguido abrir una inmensa brecha entre aznaristas y rajoystas, brecha que ya venía acusándose en anteriores confrontaciones. Aznar, que tendrá sus defectos, pero que es un valiente, dijo en San Sebastián: “Hay que poner fin al desfalco de soberanía nacional que se está llevando a cabo por parte del nacionalismo. Cuando se ganan las elecciones autonómicas se gana el poder constituido, no un poder constituyente”· Y dicha declaración le supo a Rajoy a cuerno quemado. Con esta frase quedó claro que Rajoy no está haciendo nada o muy poco ante lo que sucede en Cataluña.
Y fue más lejos Aznar cuando dijo que “la sociedad debe encontrar en las instituciones el liderazgo de quien tiene que abrir camino y tomar la iniciativa. Especialmente donde más falta hace”. Y a Rajoy casi les estallan los oídos. Pero Rajoy sigue refugiado en su silencio, en su tozudez gallega y no ha dicho ni esta boca es mía a favor de aquél al que le debe todo.
Desde luego Rajoy no tuvo el gesto de llamar al expresidente para tratar de solucionar la crisis entre peperos. Aznar ha cumplido con su buen amigo Cañete, pero el encubierto odio sarraceno con Rajoy sigue “in crescendo”. Lo malo de todo esto es que las va a pagar Ana Botella. Al tiempo.