Incertidumbres económicas

Apesar de que Cataluña se ha salvado al borde mismo de la campana, 2016 será un año de elecciones. Nada menos que tres: repetición más que probable de las generales (primer semestre) y celebración de autonómicas en Galicia y País Vasco, avanzada ya la segunda mitad del año. Será, por tanto, un largo intervalo de práctica paralización política, económica e institucional. Hasta la fecha así ha resultado siempre porque los procesos electorales coincidentes  se solapan  y se condicionan inevitablemente unos con otros.  
Ahí seguirán, sin embargo, planteados los grandes retos pendientes de una economía que como tantas otras no ha dejado atrás las consecuencias de la peor crisis en décadas. Unos desafíos que no esperan a nadie y que pondrán a prueba una vez más la altura de miras de la clase política, por muy en funciones que pueda estar.
Los expertos recuerdan que en PIB crece a un ritmo anual superior al 3 por ciento y que 2015 ha sido el año en que más se redujo el desempleo. Pero mantener la tendencia –avisan– va a resultar complicado. 
Llegados a un cierto nivel, el crecimiento de la economía tenderá a ser algo inferior, el paro registrado sigue por encima de los cuatro millones,  los contratos de trabajo continúan siendo en su mayoría temporales, y el sector exterior se encontrará con la incertidumbre que empieza a afectar a las economías emergentes.
No habrá que olvidar tampoco que nuestro país sigue estando sometido al Protocolo de déficit excesivo y que acumula una deuda pública cercana al 100% del producto interior bruto. Y que por muy flexibles que se muestren las instancias europeas a la hora de marcar techos mejores de déficit, el Gobierno de turno deberá seguir vigilando la austeridad de las distintas Administraciones, ámbito en el que, por muchos progresos que se exhiban, tanto queda por hacer.
Resulta, pues, lógico pensar que este panorama económico tan en el alambre podría complicarse de forma notable sin un mínimo de estabilidad y certidumbre políticas, que es lo que los líderes empresariales reclaman para este 2016 que hemos estrenado hace unos días. El aumento de la demanda y del consumo interno, la depreciación del euro frente al dólar y los bajos precios del petróleo y de las materias primas juegan a favor de las empresas españolas.
Pero a nadie se le oculta que a los eventuales riesgos domésticos habrá que sumar los de procedencia exterior, como el frenazo que se está produciendo en China, la recesión de algunos países emergentes como por ejemplo Brasil, con destacada presencia aquí de las empresas españolas, y la tensión geopolítica en Oriente Medio.  En este ámbito el comienzo de año no ha podido ser peor: en cuatro sesiones las Bolsas mundiales han perdido cuatro billones de dólares.

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