DECAMERÓN

En el Fórum, ciclo sin numerar, la compañía Abrepalabra ofreció dos representaciones de la iconoclasta obra de Boccacio “Decamerón” (“deca”, diez; “homera”, día). adjetivada historias para tiempos ruines. Versión teatral, interpretación y dirección escénica de Cándido Pazó. En 1348 el cólera azota Florencia. Siete muchachas y tres chicos burgueses se refugian en una casa de campo. Como distracción cada uno de ellos se compromete a contar un cuento diario, presidido por quien haya sido elegido para regir la jornada. Así, en diez días estos jóvenes narran historias, licenciosas en su mayoría, pero sin que la obscenidad alcance a ninguno de ellos, burlándose del erotismo, la hipocresía y el engaño que suelen acompañar a las relaciones humanas. Aclaración del autor: “Si los sermones de los frailes están llenos... de mofas para avergonzar a los hombres de sus culpas... mis cuentos han sido escritos para ahuyentar la melancolía de las mujeres”.

Buena escenografía coadyuvante a centrar la realidad escénica, sillón desvencijado sobre alfombra roja redonda y empalizada vegetal desnuda. Impactante vestuario, blanco total. Responsable de ambos Carlos Alonso. Correcta iluminación. Acertadísima música de Manuel Riveiro, utilizando instrumentos medievales.

El éxito corresponde a Cándido Pazó. Un monologuista, joven indiano adinerado, que pasea su cinismo por el escenario. Expresivo, elegante, gestual, orador infatigable, que aconseja, reprende y reconviene irónicamente más allá del bien y del mal. Singular charlatán que conecta con el público vendiéndole motos y milongas: izquierda buena, derecha mala, y sacralización laica para conceder la gloria, equiparando peste bubónica y crisis económica. Moralinas urgentes para topar la felicidad.

DECAMERÓN

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