Viaje a ninguna parte

Un homenaje al polifacético creador Fernando Fernán Gómez, y por extensión a toda la gran familia cómica, llenó hasta los burladeros el Rosalía con sendas representaciones ofrecidas por Sarabela Teatro, ciclo principal de la temporada, “Viaxe a ningunha parte”. Basada en su novela homónima y con versión y dirección escénica, exquisitamente conseguidas por una hábil e inspirada Ánxela Cuña Bóveda. Y lo hace con mimbres excelsos: variopinta y electrizante escenografía y vestuario de Suso Montero; iluminación, Pedro Fresneda y espacio sonoro musical (canciones de la época), Renata Codda Fons.

Cómicos de la legua –en la España de la postguerra incivil de 1936–, alojadas en malas fondas y pensiones, pasando tanta hambre como el pueblo llano que acudía a sus representaciones. Antropológico carro de Tespis. Tinglado de antigua farsa sobre tablados de feria. Viaje a ninguna parte de una farándula soñadora que buscaba perpetuarse con sabor de eternidad... Maravillos, convincente, tierno y perdedor Fernando Dacosta como protagonista; bueno Jorge Casas y su vis cómica; realista la firmeza como empresario de fracasado bohemios desahuciados de Lino Braxe, que nos obsequia cantando en vivo “Golondrina”; tierna, antagónica y explosiva Nata Borrajo.

Un elenco de primera para un cóctel afrodisíaco entre la entrega y la renuncia, la abnegación y la huida, lo conmovedor y el ridículo risible. Completa este retablo las cariátides Fina Calleja, Sabela Gago y Elena Seijo. Cierra el monumento dramático –telón alzado, presentador y acceso de comediantes por el patio de butacas cantando “Caminito”, con provocaciones y nostalgia perdida– Josito Porto interpretando varios personajes. ¿El dilema teatro o cine, que plantea la tesis argumental, podría resolverse como perspectivas diferentes que complementan idéndtico afán creador?

Viaje a ninguna parte

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