De San Valentín a San Ballantine’s

Apenas un par de días después de haber sobrevivido al fatídico Día de los Enamorados, leo con tristeza que un estudio de la Universidad de Northwestern –sí, en las universidades de Estados Unidos hay estudios para todo– demuestra que el amor a primera vista no existe.
La cosa va así: la memoria no funciona como una cámara de vídeo, que graba todo seguido, sino que edita cada escena para que la historia tenga sentido. Así que, si tuvimos un flechazo, probablemente es porque nuestro cerebro, que tiene vida propia, decidió presentarse, por su cuenta y riesgo, al Oscar al mejor guion adaptado.
Siempre he pensado que todo lo que tiene asignado un día específico en el calendario es porque hace daño o denuncia una injusticia. E, incluso, ambas cosas. A las pruebas me remito: Día del Cáncer, Día de la Mujer, Día del Orgullo Gay… y, por supuesto, el Día de los Enamorados.
En este caso, dudo por cuál de las dos razones se ¿celebra? San Valentín, aunque apostaría por los damnificados. Pocas batallas cuentan más heridos que las que tienen lugar entre dos. Que se lo digan si no a François Hollande…
El 14 de febrero sirve, fundamentalmente, para dos cosas: deprimir a las personas que no tienen pareja y recordar a las que sí la tienen, pero carecen de amor –muchas más de las que podría imaginarse– que su vida es una farsa. Sí, claro, hay gente que se quiere, pero esos no necesitan San Valentín.
Aun así, el negocio es francamente jugoso. El precio de las flores sube como los centollos por Nochebuena y, en algunos casos, el incremento es de casi el 100%, y los centros comerciales también hacen su agosto, aunque muchos regalos no se producen por amor, sino por todo lo contrario.
Otro estudio –ya digo, hay estudios para todo– de Ashley Madison, una página web de contactos especializada en aventuras y no las de hacer rafting, afirma que cada vez son más los españoles que invierten más tiempo y dinero en regalar a su amante que a su pareja. Quizás los investigadores de Northwestern deberían replantear su estudio y concluirían que lo que sí existe es el amor a primera Visa.
No crean que mi planteamiento procede de algún revés sentimental, que ha terminado por agriar mi ya de por sí mal carácter. En realidad, creo que lo importante es celebrar el amor cada día y no solo en febrero, aunque con ello harán muy felices a los señores de El Corte Inglés, que también necesitan que los quieran. Mi recomendación, con todo cariño, es bastante más sencilla: Menos San Valentín y más San Ballantine’s.

De San Valentín a San Ballantine’s

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