TRIUNFO EN MÚSICA

Un éxito como el obtenido en la “Gala Lírica” del sábado, en Palacio, debería ser suficiente para plantearse si el fin primordial y sentido a la hora de programar música escénica no debería ser otro que devolver, en cultura, parte de los impuestos que el público paga religiosamente.
La búsqueda de fines económicos antes que los artísticos no parece tener sentido en una sociedad que demanda música en cualquiera de sus variables y formatos. Prueba de que no todo se puede medir con dinero es el rechazo de parte del propio mundo profesional a la nueva Ley de Propiedad Intelectual. Pecunia pecuniae.
Cuestiones como la demanda del público y su reiterado interés artístico deberían ser suficientes para que instituciones y gobernantes barajasen la posibilidad de, al igual que en Suiza, decretar la enseñanza musical como parte inamovible de su constitución. No es un derecho para nuestros vecinos helvéticos, sino una obligación que el estado cumple escrupulosamente. Naturalmente, en un país como el nuestro, en el que los gobernantes piensan más en el montante numérico de los votos que en su propio significado, sería inviable, aunque una consulta al respecto podría abrir las carnes a más de uno, cual Prometeo en el Cáucaso. En la gala intervinieron Andrés Veramendi, Juan Jesús Rodríguez, Marianne Cornetti, Isabel Rey y Ainhoa Arteta, con una pequeña actuación conjunta que arrancó la mayor ovación en Palacio en tiempo.
Arteta convenció por la amplitud de su registro medio, sabiamente desarrollado con los años; Rey lo hizo por el control de la afinación y claridad en la dicción en todo el recorrido de su registro; Cornetti sorprendió con una voz inmensa y entusiasmó su versión de “Mon coeur” de Sansón y Dalila; Juan Jesús Rodríguez por carisma escénico, timbre y categoría vocal en general. Es Rodríguez cantante al cual nos gustaría escuchar en otros repertorios vocales, ya sea música religiosa o lied, porque le vemos con facultades realmente amplias a la hora de enfocar estilos variados. Un Maestro.
El broche de oro lo puso la OSG, muy eficazmente guiada por José Miguel Pérez Sierra. 

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