Vamos mal

a pandemia sigue su curso letal. El Gobierno sigue ocultando la cifra real de fallecidos y hay que acudir al Instituto Nacional de Estadística para concluir que ya son más de cincuenta mil los muertos y cerca de un millón los contagiados. Desde el sector sanitario los profesionales advierten de que la cifra de infectados sigue creciendo y que a mediados de noviembre podríamos encontrarnos en situación parecida a la de abril y mayo cuando el sistema sanitario estuvo al borde del colapso.
Frente a este panorama, ¿qué están haciendo los políticos? ¿Han aprendido la lección y están dotando de medios a los hospitales contratando más médicos, más enfermeros, pagando mejora los profesionales que están otra vez desbordados? ¿ Han comprado más respiradores, se han instalando nuevas UCI y adquirido más material de protección? Han sido escasas las iniciativas en esa dirección pero abundantes, en cambio, las decisiones orientadas a restringir derechos ciudadanos por vía de confinamientos o como en el caso de Madrid activando un estado de alarma que no ha detenido la curva de contagios. 
Nos pilló el toro en marzo. El Gobierno omitió las advertencias de la OMS sobre la inminencias y efectos letales de la pandemia porque el 8-M era un fecha totémica en la hoja de ruta de la coalición PSOE-Podemos. Había que celebrar manifestaciones en todas las ciudades capitales  y el resultado es que desde entonces España es el país de Europa que encabeza la lista de muertes y contagios por coronavirus.
Deberíamos haber aprendido -señalo a los gobernantes- que el peligro de nuevos contagios no había desaparecido con la llegada del verano como de manera irresponsable proclamó Pedro Sánchez al declarar que habíamos doblegado la curva. Después se fue de vacaciones. Y a la vuelta nos encontramos con lo que tenemos: la epidemia seguía su curso y los desajustes entre el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas son la noticia con la que un día tras otro abren los telediarios. Choque de políticas y de políticos. España no va bien. En sólo un año hemos perdido a miles de compatriotas y también se ha perdido la verdad y la fe en el Gobierno. Y algo más. A juzgar por las maniobras para cambiar algunas leyes debilitando el Estado de derecho también se está perdiendo un mínimo sentido de la decencia en la gobernación de los asuntos públicos. Definitivamente, vamos mal.  

Vamos mal

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