Grey, en qué lío nos has metido

“Déjame, que estoy leyendo un libro y estoy muy excitada”. Veo a mi amiga Ana en una terraza enredada en la lectura. Está tomando una cerveza y vive ajena a lo que pasa a su alrededor. Me siento a su lado y le pregunto qué está leyendo con tanta pasión. “Esto es solo para mujeres” ironiza. Mi extrañeza aumenta. Y por fin me saca de dudas. “Estoy leyendo la trilogía “Cincuenta sombras de Grey”. Le digo que no sé de qué va. “Es un tío que hace cosas que mi marido nunca se las llegaría a imaginar”. Me quedo sin habla. Ella, ante mi asombro, me explica que este ser tan especial, Grey, es un guaperas ejecutivo, perfecto y muy sexy, que ejerce una atracción fatal hacia las mujeres. “Yo quiero uno así en mi vida”, me vacila.

Esta amiga está casada, tiene un hijo y un marido, que, visto lo visto, no me gustaría verme en su pellejo. Lo digo por eso de los “efectos secundarios”. Parece ser que Grey es un enfermo del sadomasoquismo “light”. Que enamora a una chica, Anastasia, y que a partir de ese momento, el amor fluye sin descanso. El libro, me cuenta Ana, “relata con pelos y señales todo lo que te puedas imaginar. Las escenas de sexo están contadas sin pudor. Aquí se habla de juguetitos eróticos, de bolas chinas (?), grilletes, azotes, fustas...”. Lola no para. Le mola. Le pone. Y añade: “¿cómo recuperarte de una novela donde la protagonista pasa de ser virgen a tener cinco orgasmos al día?”. Ana está desbocada y le pregunto qué conclusiones saca de esta lectura. “A lo que voy es que desde que comencé a leer esta trilogía, porque ahora todo es de tres en tres, menos el salario, mi relación me parece una basura. Mi hombre no me regala coches, no tiene una sonrisa perfecta, no huele a gel corporal, no me trata como a una diosa y, lo peor, no me garantiza ni un orgasmo diario” ¡Chica, vuelve, que te has ido!

 

 

Grey, en qué lío nos has metido

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