Las retenciones kilométricas en las que miles de conductores quedaron atrapados ayer por la mañana son otra prueba más de la necesidad de mejorar con celeridad los accesos a la ciudad. El único consuelo que queda tras los monumentales atascos es que no hubo heridos en el choque que dio origen al caos. Pero eso no tiene nada que ver con que las obras se deban acometer con la mayor rapidez posible, pues con unas carreteras con mayor capacidad para absorber la circulación se hubiera ahorrado un martirio de varias horas a los automovilistas.